Conquista musulmana de Persia

Al sur, romanos y persas estaban separados por vastos desiertos, donde no los amenazaba más que las ocasionales incursiones de las tribus árabes.

El ejército del shah Cosroes, al mando del general Rhahzadh, fue derrotado en la batalla de Nínive en 627 por el emperador Heraclio; los bizantinos recuperaron toda Siria y penetraron en las provincias de Mesopotamia, amagando la capital persa, Ctesifonte.

En vista de esto, estalló en Ctesifonte una revuelta nobiliaria-militar encabezada por el príncipe Kavad, hijo del shah.

Kavad II asumió el poder, firmó la paz con Heraclio y murió por la peste poco después.

Luego de estos hechos, los pretendientes al trono fueron numerosos: entre 628 y 632 hubo nueve reyes de Persia (Ardacher III, el general Sharvaraz, la princesa Boran, la princesa Azarmedukht, Ormuz VI, Cosroes IV, Cosroes V y Boran II).

Los clientes de los bizantinos, los árabes gasánidas, se convirtieron al cristianismo monofisita, considerado como herejía por la Iglesia ortodoxa.

Los bizantinos trataron de suprimir la herejía, debilitando a los gasánidas y alimentando rebeliones en las fronteras del desierto.

Tras una victoria decisiva de los musulmanes del general Jalid ibn al-Walid contra los bizantinos en la batalla de Yarmuk (Siria, 636), el segundo califa Úmar, pudo desplazar tropas hacia el este y retomar la ofensiva contra los sasánidas.

El califa Úmar decidió reemplazar al general Jálid ibn al-Walid por un miembro importante de la tribu Quraysh, y desplegó una caballería de treinta mil jinetes, a las órdenes del famoso Sahaba Sa'd ibn Abi Waqqas, contra las tropas persas.

Para el año 640, los árabes controlaban toda Mesopotamia, incluyendo la actual provincia iraní de Juzestán.

Alegaban que el shah Yazdgerd III podía aún convertirse en una amenaza si se lo dejaba reunir tropas con calma.

Omar cedió, y las tropas árabes que atravesaron los Zagros triunfaron allá donde pasaron, aplastando toda resistencia.

Yazdgerd III, incapaz de reunir un nuevo ejército, se dio a la fuga y la resistencia persa, que estaba organizada centralmente, acabó.

Acto seguido, ocuparon la actual región de Azerbaiyán y avanzaron por el norte, tomando Derbent.

Para esa época, la expansión árabe en el altiplano iraní llegaba hasta Shiraz (Fars), Isfahán y Hamadán.

A pesar del difícil camino que tomó, Abdullah ibn 'Amir ganó la partida y ocupó la codiciada provincia persa.

Las ciudades de Jorasán; Nishapur, Sarajs, Tus, Herat y Merv llegaron rápidamente a acuerdos con los musulmanes.

Desde Kirman, se envió un destacamento árabe, al mando de Al-Rabi ibn Ziyad, para conquistar Seistán y cumplió su cometido.

Las fuerzas islámicas de Abdullah ibn 'Amir, poco después del hecho, establecieron un campamento en Merv.

Así se dio por finalizada en esta fase, la conquista musulmana de Persia por parte del Califato ortodoxo.

Abdullah ibn 'Amir regresó con sus fuerzas a Jorasán, pero poco después fue desplazado del gobierno de Basora.

Los siguientes gobernadores árabes de Jorasán continuaron haciendo incursiones al norte del Oxus.

Estos ataques se detuvieron por la guerra civil que suscitó Abd Allah ibn al-Zubayr en el centro del califato entre 683 y 692.

En recompensa, el califa otorgó a su general una especie de virreinato o delegación en Irak.

Estas poblaciones (entre ellas los dailamitas, que fueron el origen de los Buyíes) se convirtieron a fines del siglo IX al chiismo.

No debían casarse sino con árabes, ni aprender la lengua o leer la literatura de los pueblos conquistados.

Los invasores árabes impusieron ciertas restricciones, bajo las cuales se consentía el culto a los adeptos de las tres religiones.

A finales del siglo X, la mayoría de los iraníes eran musulmanes (al menos nominalmente).

La mayor parte de su estructura y vocabulario sobrevivieron, evolucionando hasta transformarse en lo que es hoy el persa moderno.

Campaña mesopotámica de Jálid en el 633.