En el año 961 había arrebatado Creta a los musulmanes merced al Asedio de Chandax y, tras la conquista, estaba preparado para realizar expediciones contra los árabes en Anatolia.
Militar seguro y agresivo, hizo numerosas incursiones en el corazón de Anatolia, hasta Iconio.
La incursión invernal de Al-Dawla (945-6) tuvo poco efecto, y los combates entre las dos potencias cesaron durante unos años.
En el año 950 al-Dawla intentó incursionar en territorio bizantino, y fue aplastado por León Focas, perdiendo ocho mil hombres en la «espantosa expedición».
[1][4] Más tarde, ese mismo año, al-Dawla volvió a intentar talar el territorio de Bizancio, rechazando sus ofertas de paz, pero pronto se vio obligado a retirarse por la llegada del invierno.
Al año siguiente Bardas Focas emprendió una expedición fallida a Cilicia en un intento de impedir que los árabes repararan algunas fortalezas estratégicas.
Dos años más tarde, Bardas volvió a intentar invadir la Cilicia de al-Dawla y fracasó.
[1][5] Un conflicto más serio comenzó en la primavera de 956, cuando al-Dawla inició una nueva invasión del territorio bizantino.
Sin embargo, cuando ambos se enfrentaron, al-Dawla venció claramente, matando a cuatro mil hombres de Tzimiskes.
Esperó el regreso del ejército árabe incursor y pronto les preparó una emboscada.
[8][9] Desgraciadamente para al-Dawla, Nicéforo volvió ahora victorioso de Creta con la mayoría del ejército bizantino.
Invadió el territorio árabe con un ejército de 70 000 hombres, tomando Marash, Sisium, Duluk y Manbij.
En el año 963, la guerra se apagó entre las dos potencias, ya que el emperador bizantino, Romano II había muerto recientemente, y se produciría una breve crisis sucesoria en la que Nicéforo ascendería al trono como Nicéforo II.
[16] Su estrategia no era la tradicional bizantina, sino que combinaba las tácticas utilizadas por los árabes con ideas propias.
Evitó en gran medida la batalla campal, saqueando, asaltando y apoderándose de ciudades donde podía.
[17] Pronto dirigió su ejército hacia Antioquía, donde estableció un asedio laxo y comenzó a talar el campo.
Su sucesor, Sa'd al-Dawla, fue un gobernante débil e ineficaz, y para cuando subió al trono, el territorio hamdaní se había convertido en un mero campo de batalla en el que bizantinos y fatimíes podían resolver sus disputas.