Es una congregación femenina que se inspira en la espiritualidad ignaciana de "Buscar y hallar a Dios en todas las cosas".
Desarrollan diferentes labores, particularmente la educativa con varios colegios regentados la congregación en todo el mundo, y tienen como finalidad, según ellas mismas indican "llevar la Buena Noticia del Reino".
La orden se extiende por Europa abriendo centros en Lieja, Colonia y Tréveris.
En 1624 Mary Ward viaja a Roma para pedir audiencia al Papa Gregorio XV e intentar que se apruebe su orden.
Muere el Papa Gregorio XV en 1623 sin que diera una respuesta y Mary Ward se entrevista con el nuevo Papa Urbano VIII en 1624 sin obtener una respuesta positiva, la propia fundadora describe el resultado como "poco consoladora para quien no tuviera su esperanza fundada totalmente en Dios".
Se abren centros en Viena y Praga con el apoyo de la nobleza local.
Aunque contaba con el apoyo importante del personalidades relevante como en Emperador y el Príncipe Elector Maximiliano I la fundadora de la orden, Mary Ward, es calificada por la Santa Sede como de persona "peligrosa".
Tras llegar a Roma es recibida por el Papa y los cardenales sin que se le realizara ningún proceso formal (al menos no hay constancia de ello).
Durante los últimos años del siglo XVII se realizan diferentes fundaciones de casas y colegios en diversos lugares incluso en York, fundaciones que se realizarían también en 1701 (Mindelheim) y 1706 (Santo Pólten).
Esto relegó al olvido por algún tiempo a Mary Ward dentro de su propia obra.
En 1877 se reconoce el Instituto por parte de la Iglesia y el Papa Pío X rehabilita a Mary Ward íntegramente.
Pero habría que esperar hasta 1978 para que el objetivo de Mary Ward fuera alcanzado, las Constituciones de San Ignacio solo serían conseguidas para el Instituto después del Concilio Vaticano II.