Condado de Osona

Su territorio se estableció sobre la antigua diócesis de Osona, que había sido destruida tras la conquista musulmana en el siglo VIII.

Entre estas, destacaban las fortalezas de Vic, que se convertiría en la capital del condado, Cardona y Casserres.

Estas construcciones no solo tenían una función defensiva frente a incursiones musulmanas, sino que también simbolizaban el control franco sobre la región y servían para atraer a nuevos pobladores que repoblaran las tierras deshabitadas.

No fue hasta 879, bajo el liderazgo de Wifredo el Velloso, que el condado comenzó a recuperarse con una repoblación organizada y sistemática.

En 826, estalló una rebelión en la Marca Hispánica, encabezada por el noble godo Aissó y su aliado Guillemó, quienes se oponían a la autoridad carolingia.

[4]​ Durante este periodo de inestabilidad, el condado fue administrado intermitentemente desde Barcelona, aunque la autoridad franca en la región era débil y el control efectivo sobre Osona resultaba limitado.

[6]​ Para gestionar de forma más eficiente estos territorios y fortalecer su control, Wifredo estableció también un vizcondado en Osona.

Esta figura de autoridad permitió una administración más descentralizada, facilitando la gestión del territorio y asegurando la protección frente a posibles ataques externos.

Esta unión permitió consolidar la administración y defensa del territorio catalán frente a las amenazas externas, especialmente en una época marcada por continuas incursiones musulmanas.

Manresa, que hasta entonces había mantenido una relativa autonomía como entidad feudal separada, perdió su estatus independiente y pasó a ser gestionada como parte de Osona.

[6]​ La incorporación de Manresa tuvo una gran importancia estratégica, ya que esta región ocupaba una posición clave entre las montañas y las llanuras fértiles, lo que la hacía idónea tanto para la defensa frente a posibles incursiones musulmanas como para el desarrollo de la agricultura y el comercio.

Aunque el condado como unidad política desapareció, su territorio siguió siendo una región administrativa relevante dentro de Cataluña, manteniendo su importancia económica y social.

Sin embargo, este título fue confiscado en 1364 debido a disputas políticas, y Osona retornó formalmente al control de la Corona aragonesa.

En este periodo, el título era más bien un honor nobiliario que reflejaba prestigio y antigüedad familiar, sin un control real sobre la región.