En los combates participaron todas las clases sociales de la época[2] Se daban dos tipos de festejos:[3] A finales del siglo XVII ver una corrida era un derecho que partía desde la misma cabeza del Rey, quien por su autoridad decidía quiénes ocupaban los palcos y las ventanas de las edificaciones que daban a la Plaza Mayor.El pabellón del Rey estaba ubicado en el costado norte y su balcón sobresalía más que los demás.El pueblo se ubicaba en la parte inferior de los pabellones en un anfiteatro construido con tablas.Sin embargo, en tardes de toros, la gente del común se acomodaba físicamente donde podía.Luego, los alguacilillos recorrían nuevamente el ruedo retirando a las personas que no deberían estar allí.Los acompañaban lacayos de a pie con otros caballos para la lidia y mulos cargados con los rejones.Todas las cuadrillas saludaban al Rey y le solicitaban que ordenase el comienzo del “combate”.Cabe señalar que en una tarde podían correrse entre doce y quince toros.