El secreto estaba en un radical rediseño del casco, que pasaría de una forma panzuda para albergar la carga, a una forma delgada, haciendo barcos más largos y estrechos en vez de cortos y anchos.
Comúnmente la Scottish Maid, una goleta botada en Aberdeen en 1839, es considerada como la madre de los clíperes (o clippers), cuya máxima expresión fueron los grandes barcos construidos en el tercer cuarto del siglo XIX para la llamada «Carrera del té».
En 1904, el Potosí logró hacer la travesía entre Iquique y Londres en 57 días, un tiempo récord para esos años.
Y en ese período el Passat aún fue el más rápido de esa ruta en cuatro ocasiones («ganó la carrera»).
Varios de estos últimos clippers fueron finalmente destinados en el siglo XX a sevir como buques escuelas.
Es el caso del Priwall donado por el gobierno nazi en 1941 a Chile, donde sirvió brevemente como Lautaro.
Se conservan hasta hoy diversos clíperes salitreros de la clase P: Otro caso de clíper conservado (o más bien restaurado) es el Cutty Sark, construido en 1870, que se mantuvo en servicio comercial hasta 1922 y sobrevivió como museo.