Cine de terror mexicano
Chano Urueta, prolífico director que se inició en la época del cine mudo, ya había tenido sus acercamientos con lo sobrenatural en Profanación (1933) y El signo de la muerte (1939), su mayor aportación llegaría con La Bestia Magnífica (1952), película en la que introduce por primera vez a los luchadores en el género, al que se le sumaria en la década siguiente Blue Demon el Demonio Azul (1965), Blue Demon Contra el Poder Satánico (1966), Blue Demon Contra las Diabólicas y Blue Demon contra los Cerebros infernales (ambas de 1968), donde el protagonista se enfrenta a monstruos populares mexicanos y estadounidenses.La influencia del slasher estadounidense y el giallo italiano llegaría a México en la década de 1970, siendo su principal representante Juan López Moctezuma.Arturo Ripstein se adentro en el género con La Tía Alejandra (1979), de inspiración giallo, el terror western sería abandonado en estos años con El Extraño Hijo del Sheriff (1982) de Fernando Durán la última película del subgénero.Ese mismo año el director chileno Alejandro Jodorowsky estrenaría Santa Sangre (1989), la cual a pesar de tener buenas críticas tendría pobres resultados en taquilla.Su siguiente película El espinazo del diablo (2001), una coproducción hispano-mexicana sería un éxito de crítica y taquilla.En 2014 se estrena la película antológica México Bárbaro (2014), una colección de ocho historias dirigidas cada una por un director diferente, explorando géneros como cine snuff, gore, experimental, entre otros.La película recibió críticas mixtas y fue seleccionada en Le Marché du Film del Festival de Cannes, actualmente se encuentra en producción una secuela.Tenemos la Carne (2016) de Emiliano Rocha Minter exploraría temas como el incesto, el canibalismo y la sexualidad oprimida.Mientras en el primero se iba desgastando la fórmula uniendo a sus vampiros y hombres lobo con comediantes, algo que también se probó en México, reinaban en el segundo las cintas de luchadores como El Santo y Blue Demon combatiendo a las criaturas legendarias, literarias, provenientes del espacio o resultado de un experimento científico, con sus llaves, puñetazos y alguna que otra arma especial.Este subgénero volvió a hacer una aparición en 2017 con la película Mis demonios nunca juraron soledad, del director Jorge Leyva.