Únicamente el propulsor delantero recibía la potencia del motor, por lo que este aparato no se sustentaba y podía perder el control a baja velocidad.
El eje vertical del rotor giraba libremente; cuanto más rápido volara el autogiro, más rápido giraba el rotor, consiguiendo con ello una mayor sustentación.
Este aparato, pilotado por el capitán Joaquín Loriga Taboada, realizó tres vuelos en marzo de 1924.
En 1925, se construyó un segundo ejemplar idéntico equipado con un nuevo rotor, denominado C.6B.
[2] Tras el éxito, La Cierva intentó crear en España una empresa para fabricar autogiros, pero no encontró apoyo económico, por lo que a continuación llevó el modelo C.6A al Reino Unido.
Como resultado de estos acontecimientos, se creó en Gran Bretaña la Cierva Autogiro Company en 1926, que compró las patentes a La Cierva y emprendió la construcción bajo licencia.