Gracias a esto, no solamente se alarga su vida útil por meses, sino que además, el desecado les aporta un sabor característico.[1] Son ampliamente usados en la gastronomía mexicana, principalmente para salsas, adobos, encurtidos, moles... también se consumen con menor frecuencia en Asia y África.Sin embargo, el nivel de pungencia, medible mediante la escala Scoville, es el mismo que cuando está fresco.Esta distinción del color nos denota el sabor que confiere; los chiles con colores rojizos aportan una buena acidez y un matiz a fruta tropical, y combinan bien con carnes blancas (carne de cerdo, ave o pescado).[2] En cambio, los chiles de color café oscuro tienen un sabor más dulce que recuerda a las ciruelas pasas, y se usa para carnes rojas como res o pato.[3] Otra forma tradicional es en ristra, es decir, hilando todos los chiles en cuerdas y luego colgarlo al sol por semanas como si se tendiese la ropa.Las bolsas se pueden meter en el congelador y permanecer hasta 6 meses[11] sin cambiar su color, sabor o textura.[13] Si se desea un sabor ahumado, también es común tatemarlos (tostarlos) en un comal, o bien sofreírlos ligeramente en aceite caliente.[14] Después de esto se rehidratan en agua y una vez su carne esté suave estará listo para ser licuado.