Cerámica de Calanda

El traspaso provocó algunas alteraciones; así por ejemplo, algunos especialistas proponen que las líneas negras características de la cerámica morisca, hechas con polvos de manganeso disueltos en agua, son el resto de las leyendas que en grafismos árabes reproducían invocaciones del tipo Ala akbar -"Alá es grande"-), que ya se quedaron en las tres rayas negras típicas.Las piezas a fabricar se colocan sobre el "molde", un plato con tres patas y diámetro variable.Sobre él se colocan las tiras de barro que "marrelando", o sea uniendo tiras o "marreles", permiten ir levantando las paredes de la pieza en construcción.[5]​ La investigadora Natacha Seseña relata la anécdota vivida por el escritor Juan Benet, que estando de visita en el alfar de Pablo Lavarías y viendo trabajar al maestro girando alrededor de la pieza que levantaba, le preguntó si no sería más fácil usar un torno."[6]​ Con una riqueza lingüística que como en muchos entornos de la alfarería constituye un buen ejemplo de "dialecto tecnológico",[7]​ pueden enunciarse las piezas más tradicionales de la cerámica calandina:[7]​ El mencionado Lavarías, para compensar el desuso que la vida moderna imponía a la mayoría de las piezas domésticas que fabricaba, inventó algunas piezas nuevas; entre ellas, pueden considerarse iconos para el coleccionismo unos muñequitos, figuras masculinas y femeninas destinadas al comercio turístico que, con un humor digno de su paisano Luis Buñuel -como anota Seseña-, el propio alfarero bautizó como ‘marcianos’.