Posteriormente, en 1790, se colocó la piedra fundamental para empezar a construir el nuevo edificio que es de estilo neoclásico, con diseño de Tomás Toribio,[1] si bien se discute la autoría (otros posibles autores son José del Pozo y Marquy o José Custodio de Sáa y Faría).
En 1897 se la designa como Basílica Metropolitana, al nombrar las diócesis sufragáneas e Salto y Melo.
Sin embargo, existe además un párroco que desarrolla sus funciones como lo hacen los encargados del resto de las parroquias.
También suelen realizarse bodas y conciertos corales en este amplio templo.
Tal como se acostumbraba en el siglo XIX, reposan en ella los restos de figuras ilustres que fallecieron en la ciudad, fueran religiosos o no.