[2] Bernardo Suárez llegó a ser una persona muy respetada, quien obtuvo ciertos cargos y honores.
También se desempeñó en la faena en un campo que obtuvo en Cerro Largo, lo cual le sirvió para extender su persona por la campaña, haciéndose conocido más allá de Guadalupe.
La relación establecida entre padre e hijo siempre fue muy amena, como lo muestran la comunicación epistorlar que ambos mantuvieron.
Físicamente, Joaquín era una persona de estatura baja, de facciones regulares, con pómulos algo pronunciados, cabello fuertemente emplazado, prolongada frente que ostentaba un lobanillo en su parte media y central, con cuerpo delgado pero fuerte.
El matrimonio Suárez-Álamo tuvo una nutrida descendencia: Felipe Bernardo, Margarita Zenobia, José Bernardo, María de la Natividad, Pedro Joaquín, Pedro Lindoro, Bernardina Rosalía y Juan Francisco.
[12] Seguido del éxodo participó en el segundo sitio a Montevideo hasta su final hacia junio de 1814.
A modo de culminar estos años, donde Suárez se adentró en la causa revolucionaria, es oportuno citar lo que el mismo Joaquín escribe sobre Artigas en su autobiografía: En las palabras que ofrece Suárez sobre "el General", se puede observar la fidelidad afectiva y el reconocimiento de su actuar, en aciertos y equivocaciones según su punto de vista.
Dicha publicación realza al pueblo a tomar las armas para detener el avance portugués y proseguir con las victorias logradas durante los cinco años anteriores de enfrentamientos.
Cabildante electo por Montevideo en 1816, e iniciada la lucha contra los portugueses invasores, compartió con el Delegado Miguel Barreiro las funciones ejecutivas y evacuó la plaza el 18 de enero de 1817, casi al momento en que llegaban los enemigos.
En su alegato de defensa se observa claramente su repudio al dominio extranjero.
Esto sin lugar a dudas demuestra el respeto que se le mantenía, a pesar de chocar ideológicamente con el Barón de Laguna, y hacerlo público.
Al poco tiempo de la llegada de los "33 Orientales", el General Juan Antonio Lavalleja viajó a Canelones para reunirse con Suárez y otras personas con las cuales podía confiar y encontrar apoyo.
En lo económico Suárez entregó personalmente a Lavalleja cincuenta mil pesos para que pudiera solventar los gastos militares.
La respuesta a esta actitud se puede explicar en la consideración de que la mejor opción era potenciar la unión local y evitar todo roce hostil con Buenos Aires y lograr así una alianza común que enfrentase al ejército Imperial Brasileño.
Por petición de él, el gobierno se trasladó a Canelones como ya fue mencionado, prosiguiendo la organización administrativa de la Provincia Oriental, creándose y discutiendo leyes y decretos.
Dicho cargo lo desempeñó durante un breve periodo, entre el 1 de diciembre al 22 del mismo mes.
Este pabellón fue creado oficialmente en Canelones, y Suárez tuvo el gran honor de levantarlo por vez primera.
La tradición cuenta que el primer pabellón fue hecho por su esposa Josefa Álamo, en conjunto con otras mujeres del ámbito patricio.
Casi simultáneamente en Canelones, otra celebración similar se realizó, en la cual el pabellón fue izado por Suárez.
En 1851 disolvió la Asamblea de Notables y creó el Tribunal Militar Superior.
En 1854 fue elegido senador por Canelones, y luego diputado por Montevideo en 1858, pero su poca salud lo obligó a dimitir con lo cual pasó penurias económicas.
Le votaron en 1861 una pensión la cual debido a constantes apuros de la hacienda pública casi nunca la cobraba.
Una ley de 1881 le decretó una estatua, la cual fue alzada en la Plaza Independencia en 1896 y luego trasladada a la actual plaza que lleva su nombre en el solar donde antes asentara su quinta, en una bifurcación de la avenida Agraciada con la avenida hoy llamada Joaquín Suárez.