Los adarves tienen anchura variable entre 1,92 y 2,40 m, conservando parte del parapeto defensivo exterior —con almenado rematado en piramidón— e interior en la zona de la poterna.
Algunas torres presentan sillares graníticos en las esquinas, a veces formado una cremallera.
En su interior, las edificaciones castrenses desaparecieron con el uso funerario, si bien los muros localizados en las campañas arqueológicas se adosaban a la muralla en una crujía paralela a ésta encontrándose, en algún caso, una estrecha galería añadida.
Las diversas campañas arqueológicas realizadas han documentado un periodo de ocupación del cerro donde se asienta el castillo desde el Paleolítico hasta el periodo Alto Imperial romano, de forma continua.
Igualmente, están presentes otras culturas como la turdetana, romana, almohade y por supuesto, la cristiana desde el siglo XIII.
En 1917 se clausura el Camposanto y el castillo entra en un periodo de abandono y constante expoliación que generará su ruina hasta finales del pasado siglo XX.