Casticismo

También es remarcable, como gesto de casta o quizá de moda, que en el siglo xviii, gran parte de la aristocracia española, al contrario que la elitista nobleza francesa y quizá como oposición nacionalista a ella, se complacía en exhibirse «cercana al pueblo», aunque sólo fuera en lo relativo a su vestimenta y diversiones, como el folclore o la tauromaquia (que en ese siglo desarrolló el triunfo del toreo a pie, más popular por razones evidentes, frente al aristocrático toreo a caballo), mientras que la opinión de los ilustrados era contraria a las corridas.

El estereotipo romántico de España como un país atávico que conservaba sus costumbres y tradiciones en mayor medida que los más avanzados de Europa, fue extendido por viajeros extranjeros (Washington Irving, Prosper Mérimée, Alexandre Dumas) y pasó a convertirse en un tópico.

Yo no sé qué excesiva solicitud por mantener intacta la espiritualidad nacional ha suscitado en todas las épocas de nuestra historia literaria unos Viriatos críticos, medio almogávares, medio mandarines, los cuales amontonaban obras sobre obras en torno a la conciencia española, no tanto para que fueran leídas cuando para formar con ellas una alta muralla al estilo de la existente en China.

En la mujer histérica suele convertirse el afán mismo de perder la inocencia en una excesiva suspicacia e injustificada precaución.

(...) La ininterrumpida tradición del imperativo casticista revela justamente que en el fondo de la conciencia española previvían inquietud y descontento respecto a sí misma.

Edición de 1979 de En torno al casticismo .