[1] Desde el siglo, esta teoría histórica ha sido puesta en causa por varias generaciones de letrados neoconfucianistas.
[1] En él, opta por un enfoque cercano al del evemerismo, teoría según la cual los dioses son personajes reales, deificados después de su muerte, y postula que los seres divinos sobre los cuales trata el Kojiki son en realidad humanos.
[1][1] Otros intelectuales, como Yamagata Bantō y Data Chihiro, continúan, incluso en el siglo, poniendo en causa la veracidad de este mito confrontándolo a las «ciencias holandesas» (Rangaku).
Motoori Norinaga, su promotor, permitió que esta escuela, gracias a sus trabajos, pudiera rivalizar intelectualmente con los neoconfucianistas.
En los años 1850, las referencias a la historiografía tradicional se banalizaron en el discurso político.
[2] La enseñanza formaba parte de los campos sobre los cuales el régimen político contaba apoyarse para asentar su autoridad, y en 1890 un Rescripto imperial sobre la educación pretendía proporcionar un marco moral a ésta.
[3] A partir de entonces, se produjeron varios incidentes durante los años siguientes.
[4] Durante los años 1870, el instituto histórico trabajaba muy poco en la escritura de una historia nacional.
Tomó parte en la misión Iwakura en 1871, y publicó un resumen de esa vuelta del mundo en 1878.
[3] También formó parte del segundo viaje, en el cual acompañó al emperador durante su gira nacional de 1880.
[5] Éste trataba, en parte, sobre los principios religiosos del shintō, religión ancestral de Japón.
En estos dos últimos discerne sistemas morales mejor adaptados para acompañar el desarrollo de la sociedad.
[5] Kume va aún más lejos: ataca la base histórica de la religión oficial.
[2] Afirma que los « locos del shintō » no pueden permanecer sin reaccionar frente a esta crítica de su religión.
[5] Aunque indica no seguir las tesis de Kume, dice que decide publicar este artículo « para defender la libertad académica ».
Por otro lado, otros periódicos se unieron a esta recepción positiva, y tomaron la defensa de Kume.
[2] La prensa conservadora difundió la mayoría de las críticas negativas hacia el artículo.
Éstas se focalizaron sobre los aspectos morales del asunto e ignoraron los argumentos científicos presentados por el autor.
En una carta dirigida al Primer ministro Itō Hirobumi, Kowashi justificaba esta decisión haciendo notar, sin designar a Kume por su nombre en ningún caso, el ultraje a la institución imperial que habrían constituido ciertos trabajos publicados por miembros de esa administración.
[1] Kuramochi Jikyū, Hongō Sadao, Fujino Tatsuji y Hagyūida Morio no habían anunciado su visita, pero aun así Kume aceptó recibirlos.
[2] Los sintoístas querían también asociar Kume a dos movimientos extranjeros en Japón: el cristianismo (en oposición al Shintō japonés) y los Kangaku (o estudios chinos, en oposición de los Kokugaku de los cuales formaban parte).
Aunque no contaba renegar del fondo de su artículo, indicó desear disipar la incomprensión que había suscitado.
[2] Por su parte, los partidarios del shintō publicaban sus puntos de vista principalmente en dos revistas: Kokkō (国光?)
[2] El Instituto historiográfico, donde ejercía Kume, estaba todavía dividido entre varias escuelas de pensamiento.
[1] Otros historiadores publicaron trabajos posteriores en los que intentaron analizar el caso.
Su análisis consiste en decir que la controversia fue provocada debido al resentimiento generado contra los historiadores del Instituto historiographique.
Según él, este caso es representativo de un doble enfrentamiento: aquel que opone la ideología de Estado y el mundo académico de la época, pero también el enfrentamiento entre dos escuelas académicas: los Kangaku (a los cuales estaba ligado Kume) y los Kokugaku (a los cuales estaban ligados los sintoístas).
En 1954, Ishida Takeshi optó por un análisis minucioso, mostrando las tensiones generadas por la adopción del Rescripto imperial sobre la educación en 1890.