Carlos Rusconi

Dos años después, intentó inscribirse en la Academia de Bellas Artes de Buenos Aires, pero no fue aceptado, por no haber concluido la escuela primaria.

En esa misma época, adquirió en una librería de libros usados “La antigüedad del hombre en el Plata”, de Florentino Ameghino, lo que despertó su vocación por las ciencias naturales y, en especial, por la paleontología.

Sus primeras indagaciones como paleontólogo las realizó antes de cumplir 20 años, escudriñando - entre 1918 y 1921 - las riberas del Río de la Plata; en especial, los toscales ubicados en las estaciones de Olivos y Anchorena, tal como lo habían hecho quienes le precedieron, renombrados especialistas del siglo XIX.

Fue autodidacta - apenas llegó a tercer grado de la escuela primaria -; no obstante, aprendió por cuenta propia inglés, francés, italiano y portugués, para acceder a trabajos científicos.

Esta vocación le permitió adquirir conocimientos que le valieron su adscripción ad-honorem a la sección Paleontología del Museo Nacional de Buenos Aires (actual Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia), desde 1919 a 1930.

Allí, conoció a quienes fueron sus maestros: Carlos Ameghino y Lucas Kraglievich.

En 1922, realizó excursiones a las grandes excavaciones que se estaban realizando en el Puerto Nuevo (Buenos Aires), sobre el Río de la Plata.

En ese mismo año, escudriñó las excavaciones que se realizaban en grandes obras públicas.

El 15 de julio de 1935, vio la luz en Buenos Aires la Revista Argentina de Paleontología y Antropología (Ameghinia), dirigida por Carlos Rusconi, en colaboración con Ernesto Andía, la que llegó hasta el número seis, por razones económicas.

Para entonces, Rusconi ya contaba con una frondosa producción de campo, iniciada en 1917.

En ese mismo año, Rusconi donó al Museo de Mendoza su colección particular, reunida durante las excursiones realizadas en Buenos Aires.

Estaba constituida por unas 150 piezas, consistentes en restos fósiles de mamíferos y vegetales, ejemplares marinos, restos arqueológicos y diversas publicaciones, todas de su autoría.

Finalmente, luego de una ardua tarea, se logró rescatar el 60% del esqueleto de este espécimen, denominado Ancanamunia mendozana Rusc., al que se le adicionó el 40% faltante con vértebras y costillas recreadas en yeso.

Este ejemplar, una vez terminado, alcanzó una longitud total de 7 metros.

Posteriormente, en colaboración con Manuel Tellechea, continuó las investigaciones en la zona noreste de esa quebrada, descubriendo nuevos fósiles del Paleozoico.

Esta entidad le otorgó el primer premio regional (zona andina) al primer volumen (1961); y mención especial para los tres restantes.

Esta obra - que condensa su labor paleontológica - consta de 489 páginas, 276 figuras y 45 láminas.

Dejó inéditas las siguientes obras: "Folklore: material cuyano"; "Recuerdos de viajes y aspectos de mi vida"; "Un malón indio" y "Mis montañas", las que suman, en total, aproximadamente tres mil páginas.

Además, se incorporaron otras piezas por el sistema de canje.

"El puelchense de Buenos Aires y su fauna (plioceno medio).