Esto se debió en gran parte a sus pretensiones liberales y la presencia de reformistas moderados.
En primer lugar, la entrada del ejército ruso, por el norte de Italia, empujó la retaguardia francesa.
Esto siguió a una ordenanza emitida por Pío VI, hecha un año antes de morir, en la que se declaró que el cónclave, en tal situación, se celebrara en la ciudad con el mayor número de cardenales entre la población.
Las deliberaciones añadieron un tercer candidato posible en la persona de Hyacinthe Sigismond Gerdil, pero también fue vetado por Austria.
Al llegar Bonaparte a su diócesis, en 1797, se hizo famoso por realizar un discurso en el que afirmó que los buenos cristianos podían también ser buenos demócratas, un discurso calificado de "jacobino" por el propio Bonaparte.
Chiaramonti fue declarado como Pío VII y coronado el 21 de marzo en una iglesia del estrecho monasterio.
Temiendo otra invasión, decretó que los Estados Pontificios permanecerían neutrales ante la lucha entre los napoleónicos y el Reino de Nápoles.
Un mes antes, en Francia se había reconocido oficialmente al catolicismo como la religión mayoritaria, mas no estatal, en el Concordato de 1801, y se le concedió a la Iglesia una libertad parcial a través de una constitución del clero particular.
El Concordato reconoció además a los Estados Pontificios y las tierras que se le habían confiscado.