Borrelia burgdorferi lleva su nombre en honor al investigador Willy Burgdorfer que la aisló en 1982 por primera vez.
Algunos autores reúnen las tres especies bajo el nombre Borrelia burgdorferi sensu lato.
Las especies de garrapatas del género Ixodes, I. ricinus en Europa y Asia, e I. scapularis (sinónimo I. dammini) en Norteamérica son los vectores de transmisión conocidos,[4] y son las que pueden transmitir la enfermedad al ser humano, especialmente las ninfas.
Adquieren la infección al alimentarse de la sangre un animal infectado, generalmente un roedor durante el estadio larvario.
Las espiroquetas sobreviven a la digestión y permanecen en el intestino medio, donde pasan el invierno, hasta que en la primavera siguiente la larva alcanza el estadio de ninfa.
A partir de entonces, se inicia su replicación en el intestino, migran al hemocele y desde allí alcanzan las glándulas salivales.
No hay una relación evidente entre el parentesco y la efectividad para transmitir la zoonosis.
Las mascotas son también huéspedes accidentales y no forman parte del ciclo zoonótico.
Además, B. burgdorferi, una vez en el organismo del vertebrado (por ejemplo, ratón), facilita su diseminación mediante su unión al plasminógeno y activadores de éste.
B. burgdorferi utiliza un sistema de variación antigénica que evade la respuesta inmune adaptativa para conseguir persistir en el huésped.
La bacteria consigue evadir los anticuerpos del sistema inmune a través de VlsE.
Aunque el papel de ϕBB-1 en el movimiento de ADN entre la misma o diferentes cepas de B. burgdorferi no está todavía definido, es más probable que la transducción ocurra en la garrapata (actuando como vector), ya que la espiroqueta se encuentra en elevada densidad en comparación con la que encontramos cuando la infección se da en un vertebrado (ratón, conejo, ardilla...).
Aun así, los eventos de HGT resultan raros en general y casi inexistentes en el cromosoma.