Antígeno

[2]​ Un antígeno suele ser una molécula ajena o tóxica para el organismo (por ejemplo, una proteína derivada de una bacteria) que, una vez dentro del cuerpo, atrae y se une con alta afinidad a un anticuerpo específico.

(Una analogía habitual para describir estas interacciones es el acoplamiento de una cerradura [epítopo] con su llave [parátopo]).

Las células presentan antígenos al sistema inmunitario a través del complejo mayor de histocompatibilidad o (CHM).

[4]​ Los componentes adyuvantes de las vacunas juegan un papel esencial para la activación del sistema inmunitario innato.

Los linfocitos T que reconocen de manera específica la dupla péptido:CMH se activan y comenzarán a secretar citocinas.

Los antígenos intracelulares pueden liberarse de nuevo en el torrente sanguíneo una vez que la célula infectada se destruya.

Para prevenir que las células citotóxicas destruyan células normales que presenten proteínas propias del organismo, estos linfocitos T autorreactivos se eliminan del repertorio como resultado de la tolerancia (también conocida como selección negativa).

Los antígenos tumorales o neoantígenos son aquellos antígenos que se presentan por moléculas MHC I o MHC II (del complejo mayor de histocompatibilidad) que se encuentran en la superficie de células tumorales.

Los antígenos tumorales también pueden estar en la superficie de un tumor, formando por ejemplo, un receptor mutado, en cuyo caso será reconocido por linfocitos B.

Cada anticuerpo se une a un antígeno específico a la manera en que lo hace una llave en una cerradura.