[2] El término larva se reserva para las fases juveniles de los grupos en los que existe metamorfosis completa, u holometabolismo.
En los ácaros acaroides también se suele distinguir la fase hipopus, o deutoninfa heteromórfica, que se forma en condiciones desfavorables para el desarrollo, carece de órganos bucales y existe sin alimentarse.
También hay una adición al armamento táctil de todas las piernas y tegumentos del cuerpo.
Este tipo es típico, por ejemplo, para representantes de los géneros yugo y vigilantes, que agarra presas con grandes dientes móviles en sus lóbulos laterales.
Estas larvas capturan presas junto con limo, y luego las pequeñas partículas se tamizan a través de una especie de "tamiz" formada por largas cerdas centrales y laterales en la máscara[8][6].
Un rasgo característico de las extremidades de las larvas es la estructura del trocánter: sus músculos no entran en la base del muslo, sino que están unidos a una membrana estirada que sostiene el muslo.
Durante la mayor parte de su vida, las larvas de libélula no pueden respirar aire atmosférico y utilizan branquias para respirar, ubicadas al final del cuerpo, que pueden ser internas (rectales) o externas (caudales).
En 1628, el médico inglés William Harvey publicó An Anatomical Disquisition on Motion of the Heart and Blood in Animals (en español: Disquisición anatómica sobre el movimiento del corazón y la sangre en los animales).
[9] Mientras que algunos huevos produjeron versiones más pequeñas de insectos totalmente maduros conocidos como ninfas, otros crearon formas intermedias.
Estas figuras se ven como entes dinámicos, siempre conectados con la idea de vitalidad y regeneración natural.
Amistosas con los humanos, no refutaban su amor, y su culto se realizaba al aire libre o en pequeños santuarios llamados nimfeus.
A la mitología romana se les asoció con las camenas, las ninfas de las fuentes.
Los grandes dioses rechazaban sus favores, mantenían relaciones con Zeus, Apolo, Hermes o Dioniso.