Boecio huyó de París con Sigerio apelando al papa Nicolás III .Escribió sobre lógica, filosofía natural, metafísica y ética, aunque algunas de sus obras no han sobrevivido.Cómo puedan conceptualizarse los objetos de la realidad determina, en última instancia, aquello que significan.Se le ha llegado a considerar el más grande de los modistae.En el prólogo de dicha condena es donde aparece la referencia a doble verdad:Algunos historiadores consideran, que más que afirmar realmente una doble verdad, utilizaron esta concepción como un recurso, para escapar de ser condenados como herejes o contrarios a las verdades reveladas.Frente a estas dos posiciones opuestas, Santo Tomás sostuvo que creación y eternidad no repugnan entre sí, pero que no se puede demostrar la eternidad del mundo, ni tampoco su temporalidad.Con respecto a la potencia práctica, el supremo bien consiste en “hacer lo bueno y deleitarse en ello”, operando de acuerdo al medio elegible.En esto consiste la felicidad humana: en “conocer lo verdadero, hacer lo bueno y deleitarse en ambas cosas”.Según Aristóteles, “todos los hombres desean por naturaleza saber”, y para Boecio alguien que no actúe a estos fines, estará pecando en mayor o menor grado.Por estas tres razones el filósofo es más virtuoso que los demás hombres.Todo cuanto hay de bueno en el mundo, lo es porque participa de este primer principio del que deriva la unidad del mundo, el cual es un Dios glorioso y sublime.[10] Por fortuna, han llegado hasta nuestros días gran parte de sus obras.Cada ciencia tiene su propia esfera definida de conocimiento y su validez se restringe a aquello que puede demostrarse desde sus principios.Una ciencia particular no puede afirmar nada que caiga fuera de su ámbito epistemológico.Es más, tanto si el mundo fuera eterno como si hubiera sido creado, los principios de la matemática no variarían, pues seguirían siendo consistentes; el metafísico se enfrenta al problema de la imposibilidad de conocer la voluntad divina, pues ésta es la causa eficiente del mundo.En primer lugar la escandalosa idea de que la felicidad perfecta es asequible ya en este mundo.En segundo lugar, que esa felicidad es exclusivamente un asunto intelectual, más concretamente, ella consiste en el ejercicio de la filosofía o, para ser más exactos, de la vita philosophica.Para Roger Bacon, Boecio de Dacia y otros un enunciado es verdadero solamente, si se refiere a individuos con existencia actual.