Posteriormente, zarparon desde Sevilla otras ocho galeras, una urca y tres leños que se reunieron con el resto de la flota castellana en aguas del Estrecho.
Al finalizar la jornada, cuando el vicealmirante pidió explicaciones públicas a su patrón y cómitres sobre lo ocurrido, estos le contestaron que lo hicieron por ganar tiempo para esperar el refuerzo de las cinco galeras restantes.
Pero debido a que la galera musulmana no ha variado su rumbo en ningún momento, las ya cercanas murallas de Gibraltar hacen desistir a la castellana de proseguir la persecución, por lo que, rompiendo el contacto con su oponente, se da por concluida la jornada.
En ese momento comprueban que la flota enemiga había arrumbado al norte y que, siguiendo la navegación pegados a la costa, se encontraban ya a la altura del arrabal de Gibraltar por su lado este.
Mientras tanto, las galeras musulmanas, que ya habían advertido la presencia de las castellanas, siguieron la boga a un ritmo lento.
Reforzadas así las galeras castellanas, cargaron en dirección a su oponente, haciendo lo mismo los musulmanes al advertir la maniobra.
Algunas de las galeras castellanas salieron en su persecución, pero tuvieron que desistir al cae la noche, regresando junto a su flota.
Tan solo cinco de sus galeras lograron ponerse a salvo y por parte castellana no se perdió ninguna nave.
La guerra no duró, pues se asentaron treguas por ocho meses y, tras la muerte del rey granadino, su sucesor Yusuf III decidió continuarlas.