Toma de Antequera

La fortaleza había resistido defendida tan solo por 20 hombres, pero el culpable del desastre fue un escudero llamado Antón Fernández de Beteta, que vendió información clave a los musulmanes.

La batalla estuvo indecisa hasta que llegó el infante Fernando con el grueso de su ejército, poniendo al enemigo en desbandada.

Tras el desastre, el emir granadino intentó concertar la paz a través de su embajador, Zayd Al-Amín, pero el regente castellano se negó, determinado como estaba a obtener una gran victoria que le abriera las puertas del trono aragonés.

Ante esas inaceptables exigencias, el embajador granadino intentó conspirar con algunos súbditos castellanos musulmanes para quemar el campamento de los sitiadores, pero la perfidia fue descubierta.

Sin embargo, fuertes vientos inutilizaron las bastidas, obligando a posponer de nuevo el asalto.

En los días siguientes, mientras continuaban las escaramuzas en los alrededores del sitio, se ideó una estratagema.

Aprovechando la ocasión, la noche del 16 de septiembre varios soldados cristianos se descolgaron desde una bastida hasta la torre más expuesta y la tomaron.

El elevado coste del sitio de Antequera impidió continuar la guerra, aunque los benimerines propusieron una alianza contra los nazaríes.