Sancho de Rojas

Así, para 1399, ya aparece ocupando este cargo y, para las mismas fechas, estuvo en Portugal ejerciendo como embajador de Castilla en la corte lusa.

[1]​ Su presencia en Portugal es harto importante para la Corona, pues ambos reinos se habían enzarzado pocos años antes en una guerra fruto de la crisis sucesoria en Lisboa.

La derrota castellana en Aljubarrota vino a garantizar la independencia de Portugal del que fuera su reino madre, pero no solucionó las relaciones entre ambos reinos, enfrentados además por sus alianzas opuestas en la Guerra de los Cien Años.

Una vez murió Enrique III con apenas veintiocho años, llegó al trono su hijo, Juan II, que contaba con un año.

Con el infante don Fernando participó en la acción contra Setenil, que terminó en fracas, en ese mismo año 1407.

Su papel destacado en la política del reino no le impidió preocuparse por el gobierno de su obispado.

Quiso él que se terminase la sillería del coro de la catedral, y ayudó a su conclusión con fondos propios, cosa que mereció el sentido agradecimiento del Cabildo catedralicio.

Los restos del obispo fueron llevados a su sede toledana, donde también se trasladaron los monarcas.

Fundó varias capellanías y dotó la capilla, lugar elegido para su enterramiento, con numerosos bienes.