Basílica de San José de Flores

Un primer templo precario de adobe, madera y paja, duró muy pocos años.

Al no lograr darle término, el presbítero García se vio obligado a establecer la Iglesia en uno de los corredores contiguos al edificio en construcción, y durante dos décadas se mantuvo en ese lugar.

Al paralizarse las obras en 1811, el templo se encontraba aún sin techo, pero con algunas paredes levantadas por el costado y cerradas las dos capillas que quedaban a ambos lados En ese estado permanecieron las obras durante largos años, sufriendo deterioros tales que provocaron su completa destrucción.

El nuevo párroco dedicó sus esfuerzos a dos proyectos prioritarios: edificar una nueva iglesia y erradicar el pequeño cementerio lindero trasladándolo a un lugar más amplio y menos urbanizado.

En solo dos meses Boneo consiguió entusiasmar a los vecinos, que apoyaron sus propuestas abriendo una suscripción pública en todo el partido.

La construcción corrió por cuenta de los arquitectos Andrés Simonazzi y Tomás Allegrini.

Asimismo fue en ese año y con tal motivo, que llegaron desde Roma la imagen de Santa Columba, virgen y mártir, y las reliquias insignes que en su interior se conservan, obsequio de monseñor Antonio Sardi, obispo de Agnani, en Italia donde las monjas cistercienses las tenían en un santuario.

Anterior edificio de la Iglesia de Flores, inaugurado en 1831 y reemplazado en 1883.
Fachada principal desde Plaza Pueyrredón.
En este confesionario de la basílica Jorge Mario Bergoglio "siguió el llamado de Dios para ser sacerdote".