No son tampoco estudiadas por su valor intrínseco, como sería el caso de la tarea realizada por la crítica del arte.[5] En los siglos XVII y XVIII, el período colonial llevó a una acumulación general.Así, algunas expediciones científicas fueron financiadas por los estados coloniales, resultando a menudo en prácticas de «pillaje» y «requisa».[6] La misión Dakar-Djibouti, realizada en 1935 por Marcel Griaule, ilustra esta motivación científica que todavía continuaba en el siglo XX de recopilar objetos para estudiar las culturas, creencias, organización social y riqueza del arte africano.Según él, cada estilo no es el testimonio de una evolución cultural («no se encuentra infancia en los estilos»), sino que sintetiza más bien técnicas sujetas a la evolución y a las capacidades mentales de organización del espacio que toda representación supone.Esto es lo que evoca esa noción de concepción del espacio presente en estos dos autores.Sin embargo, estas iniciativas se enfrentan a varios problemas ideológicos importantes, como por ejemplo: A título de ejemplo, son estas mismas preguntas las que puntuaron los debates que rodearon a la creación del museo del quai Branly, comúnmente conocido como el museo de las artes primitivas.