Antología de poesía chilena nueva

Cáceres, que recientemente había publicado (y luego incinerado) su primer y único libro, Defensa del ídolo (1934) les entregó en esa ocasión uno de sus poemas, que leyeron con devoción.

Cáceres desapareció casi de inmediato, pero coincidieron con él más adelante, en la esquina de las calles Sierra Bella y Avenida Matta, para hacerse de los poemas restantes que incluirían en su antología ya en desarrollo.

[1]​ Esta antología permitió acercar la obra de varios poetas chilenos contemporáneos a lectores de su país que no tenían un acceso fluido a sus libros de poemas.

[4]​ Un joven Nicanor Parra pudo leerlo el mismo año de su publicación, y le significó su primer acercamiento a varios de los poetas más reconocidos de Chile por ese entonces.

[5]​ El estudioso Miguel Gomes, en un análisis de la obra de Omar Cáceres, comenta la reseña personal que escribió el poeta para esta antología, titulada «Yo, viejas y nuevas palabras»,[6]​ y que corresponde a su único texto en prosa que hoy se conserva.