La obra viene además precedida por un prólogo de Vicente Huidobro, el único que el poeta creacionista escribió en su vida.
[7] Esto generó una fuerte discusión entre de Rokha y Huidobro, la que quedó consignada en el periódico La Opinión.
[10] Esta reedición de setenta páginas fue preparada por Lastra, quien incluyó un apéndice gráfico y epílogos adicionales.
[6] Sin embargo, esta primera edición no pudo ser leída por muchos, debido a la ya mencionada quema masiva de los ejemplares efectuada por su autor.
[24] La lírica de esta obra se enmarca dentro del vanguardismo latinoamericano, con elementos freudianos, panteístas[23] y jungeanos.
[2] También se le atribuyen elementos esotéricos y metafísicos,[23] que para Eduardo Anguita relacionan a Cáceres con su contemporáneo, el escritor Miguel Serrano.
[25] En esta obra, escrita durante la juventud tardía del autor, el escritor Luis Merino Reyes (1912-2011) reconoce un gran amor por la vida, que es expresado en emociones intensas y variadas.
Así, por ejemplo, cada tropo de la segunda estrofa rompe con la estabilidad, quietud o unicidad acostumbradas en las imágenes del paisaje, el tiempo, el cielo, el camino.
En «Ángel de silencio», el «yo» en transición experimenta sensaciones ya imperceptibles por los sentidos, y en su introspección reconoce la autenticidad anhelada del «sí-mismo».
Así, «Oráculo inconstante» es para Gomes un poema asfixiante, con momentos de desconfianza e incertidumbre por el viaje emprendido.
El poema siguiente, «Iluminación del yo», retrata los recintos donde habita el «ídolo», en los cuales la física usual está alterada o es inexistente.
[9] Según el crítico Marcelo Pellegrini, la referencia en el poema «Anclas opuestas» a un automóvil en la carretera es un claro gesto vanguardista, que evidencia un interés por estas máquinas muy poco compartido por sus contemporáneos, con la significativa excepción del mismo Vicente Huidobro, quien también dedicó poemas a vehículos motorizados.