[1] Los más espectaculares y conocidos desde la época telescópica son los anillos de Saturno.
Durante mucho tiempo se pensó que Saturno era el único planeta con anillos y su singularidad era un problema.
El acercamiento de la Voyager a Neptuno en 1989 permitió comprobar que los anillos son ubicuos entre los planetas gaseosos gigantes del Sistema Solar exterior.
Una luna dentro del límite de Roche sólo puede permanecer unida si la cohesión en ella supera la distinta fuerza de gravedad en dos partes diferentes del satélite, así pues tiene que ser compacto y pequeño.
La gravedad de los satélites pastores sirve para mantener el borde exterior del anillo muy delimitado.
Cuando las velocidades relativas aleatorias son grandes, como podría ocurrir en el caso de que los anillos fuesen una densa nube de partículas, se producen choques violentos, y aun cuando sean raros, se invierte una gran cantidad de la energía del movimiento relativo en calentar las partículas y deformar su estructura.
La consiguiente pérdida de energía significa que las velocidades aleatorias decrecen rápidamente.
Al propio tiempo, el decrecimiento en la componente radial conduce a órbitas más circulares.
En resumen, un anillo grueso se convierte en un disco delgado y aproximadamente circular en una fase muy temprana de su historia.
No importa que las partículas del anillo hayan perdido casi todo su movimiento aleatorio: los choques continúan.
Los subsiguientes choques impedirán que las velocidades verticales de las partículas resulten muy violentas.
Se alcanzará, por tanto, un régimen estacionario que determinará el espesor del anillo.
Debe haber, por tanto, otros procesos que contrarresten la rápida expansión inducida por los choques.
En esos procesos, los pequeños satélites inmersos en los anillos, o adyacentes a ellos, pueden desempeñar un papel importante.
Sí su padre la empuja a periodos arbitrarios no causará el mismo efecto que si la impulsa cada 2 segundos pues entonces lo hará de manera eficaz y causando el aumento de la oscilación.
En ese punto, su carga repele la llegada de nuevas partículas del mismo signo.
Si las partículas no alcanzan a medir 0,1 micrómetros, la fuerza electromagnética será mayor que la atracción gravitatoria del planeta y domina así el movimiento.
El cuerpo pudo haber sido un gran meteorito que sufrió un encuentro gravitatorio casual con el planeta, o quizás un pequeño satélite que se formó en la envoltura del planeta.
Resulta muy improbable, sin embargo, que un pequeño satélite próximo a Saturno fuera líquido.
Las partículas, como su cuerpo originario, tendrían velocidades suficientes para escapar de la vecindad del planeta.
Por el contrario, dos partículas que difieren grandemente en tamaño pueden resistir la ruptura a distancias en pleno interior del límite clásico.
Dentro del límite exterior de destrucción pudieron haberse acumulado partículas, pero tan lentamente que nunca formasen satélites grandes.
Dentro del límite interior, el crecimiento resulta, quizá, poco menos que imposible.
Quizá sean los fragmentos mayores de una colisión catastrófica entre un satélite y un meteorito gigante.
En primer lugar, los principales satélites de Júpiter y Saturno tienden a ser menores cuanto más cerca se hallan del planeta respectivo.
Según la hipótesis de aglomeración, hay varias razones para que sea así.
No podría llegarle nueva materia; y, por tanto, dejaría de crecer.
Por el contrario, las partículas más pequeñas se encuentran hoy en fase de formación.