Todos ellos pasaron a la isla Gorgona, donde fueron recogidos por el piloto Bartolomé Ruiz, continuando la exploración de las costas más al sur.
Fue el primer europeo en visitar una ciudad incaica (Tumbes), comprobando que pertenecía a una cultura avanzada.
No sabemos la fecha y las circunstancias en que el ubetense o ebdetense pasó a América.
Pizarro decidió continuar su exploración costera con los Trece hacia el sur, llegando hasta las playas de Tumbes, en el norte del actual Perú.
Los lugareños, reunidos en la playa, quedaron admirados con la presencia del soldado español y sus curiosos presentes, pero más asombro les causó el esclavo, por ser la primera vez que veían a un hombre de raza negra.
Cuando regresó al barco, Molina, todavía muy impresionado con lo que había visto, informó a Pizarro del adelanto que mostraban los tumbesinos, ponderando sus casas, construidas de piedra y acomodadas en calles anchas y otros edificios notablemente construidos.
Pizarro aceptó y quedó concertado para el día siguiente la celebración del banquete.
Allí, Molina, pidió licencia a Pizarro para quedarse temporalmente entre los indios, confiado en las muestras de hospitalidad que daban estos.
Pizarro le dio su permiso; ya anteriormente, otros españoles habían optado también por quedarse entre los indios: Bocanegra, que desertó en algún punto de la costa del actual departamento de La Libertad; y Ginés, que se quedó en Paita (Piura).
Ganada la confianza de los punaeños, estos lo invistieron como su caudillo en la guerra que libraban contra los chonos y tallanes.
Todos ellos pasaron a la isla Gorgona, donde fueron recogidos por el piloto Bartolomé Ruiz, continuando la exploración de las costas más al sur.
Fue el primer europeo en visitar una ciudad incaica (Tumbes), comprobando que pertenecía a una cultura avanzada.
Todo el grupo, en busca de un ambiente más favorable, se trasladó a la vecina isla Gorgona, donde fueron recogidos por la nave pilotada por Bartolomé Ruiz.
Pizarro decidió continuar su exploración costera hacia el sur, llegando hasta las playas de Tumbes, en el norte del actual Perú.
Los lugareños, reunidos en la playa, quedaron admirados con la presencia del soldado español y sus presentes, pero más asombro les causó el esclavo, por ser la primera vez que veían a un hombre de raza negra.
Cuando regresó al barco, Molina, todavía muy impresionado de lo que había visto, informó a Pizarro del adelanto que mostraban los tumbesinos, ponderando sus casas, construidas de piedra y acomodadas en calles anchas y otros edificios notablemente construidos.
Pizarro aceptó y quedó concertado para el día siguiente la celebración del banquete.
Allí, Molina, pidió licencia a Pizarro para quedarse temporalmente entre los indios, confiado en las muestras de hospitalidad que daban estos.
Pizarro le dio su permiso; ya anteriormente, otros españoles habían optado también por quedarse entre los indios: Bocanegra, que desertó en algún punto de la costa del actual departamento de La Libertad; y Ginés, que se quedó en Paita (Piura).
Ganada la confianza de los punaeños, estos lo invistieron como su caudillo en la guerra que libraban contra los chonos y tallanes.