Alfred Redl

Pero resultó ser a su vez uno de los mayores y más importantes espías al servicio del Imperio ruso.

Descubierto, se suicidó pegándose un tiro un año antes del estallido de la Primera Guerra Mundial.

Franz Redl pronto encontró trabajo en la empresa de ferrocarriles Galizische Carl Ludwig-Bahn, aunque tuvo que mudarse a Lemberg con su joven esposa.

Aproximadamente en ese periodo Redl contrajo sífilis, enfermedad que, sin antibióticos, solía entrar en un desarrollo crónico y generalmente mortal.

Aunque no suministraba información con mucha frecuencia, cuando lo hacía era siempre de alto nivel y una gran relevancia.

Entregó a los rusos casi todos los documentos secretos que pasaron por sus manos relativos al ejército austrohúngaro.

Redl estuvo a punto de ser descubierto en 1909 por la intervención del comandante conde Lelio Spanocchi, agregado militar austrohúngaro en San Petersburgo.

El conde, que había logrado el favor del Emperador gracias a sus méritos y buen hacer, trabó amistad con el agregado militar inglés en San Petersburgo, un tal Guy Percy Wyndham, quien un día le hizo la confidencia de que un alto cargo del Estado Mayor austrohúngaro entregaba a los rusos todo lo que estos le pedían.

Como el nuevo destino ya no le permitía reunirse con agentes del otro bando sin levantar sospechas, las entregas de dinero empezaron a realizarse mediante correo postal.

Cuando apareció finalmente un huésped reclamando la funda, los detectives se llevaron una gran sorpresa al reconocer a su antiguo jefe, el coronel Alfred Redl.

La situación era doblemente complicada para su antiguo superior directo, el jefe del Estado Mayor Central Franz Conrad von Hötzendorf.

Frente a este estado de cosas, Hötzendorf ordenó mantener un hermetismo completo.

Una delegación de oficiales, liderada por su antiguo subordinado Ronge, fue a reunirse en secreto con Alfred Redl en su hotel con la intención de sugerirle que se suicidara, y se llevaron otra sorpresa al encontrarle en plenos preparativos: sospechaba que había sido descubierto y no quería esperar a ser arrestado.

Como era domingo, tardaron en encontrar a un cerrajero para que les abriera la puerta y cualquier otra cerradura de forma discreta.

Al recibir las explicaciones de su jugador por la ausencia e identificar la dirección del coronel Redl, y leer el lunes siguiente la noticia de su inexplicable suicidio, unido a las veladas insinuaciones del cerrajero futbolista, por las que le parecía entender que se trataba de un asunto que mezclaba homosexualidad y espionaje, ató cabos.

La noticia que publicó el lunes, aunque hermética y llena de dobles sentidos para evitar la censura, levantó un enorme revuelo, no solo entre la comunidad periodística, sino también para el mismo Emperador y su sucesor.

El Ministro de la Guerra se vio obligado a admitir, tres días después, que Redl se había suicidado para evitar ser procesado «por su homosexualidad, y por haberse vendido a potencias extranjeras».

Sin embargo, resultó imposible precisar qué secretos había divulgado Redl a causa de no habérsele interrogado.

El descubrimiento por parte del contraespionaje austriaco de que Redl había estado cobrando grandes sumas de dinero ya desde 1907 les hizo lamentar amargamente el no haberle mantenido vivo para interrogarlo por miedo al escándalo.

Acto seguido empezaron a preguntarse qué secretos podía haber revelado, y fueron bastante precavidos en ese sentido.

Los documentos encontrados en casa de Redl no dejaban lugar a dudas (y fueron confirmados años más tarde por los historiadores rusos).

El conde Adalbert Sternberg, diputado del Reichsrat, declaró tras la guerra: Por su parte, el Estado Mayor ruso tenía pocas o ninguna duda sobre la validez y vigencia de los planes entregados por Redl, considerando que materialmente hubo poco tiempo para sustituirlos, y resultaron muy sorprendidos cuando las fuerzas austriacas lanzaron su contraofensiva a una distancia de 100 a 200 km del lugar esperado, lo que les llevó al doloroso impacto de las batallas de Krasnik y Komarów.