Se cree que la familia Kinglake era de origen escocés, siendo Kinloch el nombre original, y que había llegado a Inglaterra en el reinado de Jacobo I, estableciéndose en Somerset.[1] Kinglake conservó su destreza en la equitación, y aunque no obtuvo los honores escolares habituales, adquirió ciertamente un clásico refinamiento del gusto.[4] Aunque era abogado, y había conseguido algún pequeño trabajo como registrador de la propiedad, Kinglake se preocupó poco por su profesión.[4] En ella adquirió considerable práctica, que abandonaría en 1856 con el fin de dedicarse a la literatura y al servicio público.[1] El resultado fue el citado Eōthen, or Traces of Travel brought home from the East (Eōthen, o vestigios de un viaje de regreso a casa desde Oriente).Cenaba frecuentemente en el Athenæum, en compañía de sus amigos Abraham Hayward, Thomas Chenery y Sir Henry Bunbury.Ocupó su escaño hasta 1868, año en que fue destituido bajo petición y disuelta la circunscripción.[1] Trata del Cercano Oriente, y Kinglake mojó sus pinceles en colores fuertes.[1] Llevó a cabo la más elaborada investigación relativa a todos los incidentes de la guerra, cotejó cuidadosamente todas las evidencias disponibles, y no escatimó esfuerzos en pulir el estilo de su narrativa.[1] La escala sobre la que trabajó fue probablemente excesiva, y, como el interés por la guerra disminuyó, los lectores tuvieron menos paciencia con las completas descripciones de incidentes insignificantes.[1] La aptitud literaria resulta en todo caso notable; el espíritu del texto nunca queda extinguido por la masa de información diplomática y militar; los ocasionales retratos de hombres notables resultan admirablemente incisivos; el estilo es invariablemente pulido hasta el grado máximo, y la narración, tan lúcida como animada.