Agresión

tres características del caso prototípico de agresión:[2]​ Geen hace una tajante distinción[¿dónde?]

[3]​ Algunas definiciones incluyen que el individuo debe tener la intención de dañar a otra persona.

Estos mecanismos suelen estar motivados por emociones como el miedo, la frustración, la ira, sentimientos de estrés, dominación o placer (causas próximas).

A veces, el comportamiento agresivo sirve para aliviar el estrés o como sensación subjetiva de poder"[5]​[6]​ El comportamiento depredador o defensivo entre miembros de especies diferentes puede no considerarse agresión en el mismo sentido.

La agresión física es producida por la acción de golpes de manera directa o mediante cualquier medio físico que causen lesiones directamente a la otra persona o animal.

[8]​ Los etólogos estudian la agresión en lo que respecta a la interacción y evolución de los animales en ambientes naturales.

En dicho entorno la agresión puede comprender el contacto corporal mediante mordidas, golpes o empujones, pero la mayoría de los conflictos son resueltos mediante las amenazas y avances intimidatorios que no producen daño físico.

La agresión puede ayudar a que un animal controle un territorio, incluidos recursos tales como alimentos y agua.

Konrad Lorenz expresó en su obra Sobre la agresión, (1963) que el comportamiento del ser humano se encuentra modelado por cuatro imperativos animales de lucha por la subsistencia o supervivencia.

Considerados en forma conjunta, estos factores impulsores: hambre, miedo, reproducción y agresión, resultan en la selección natural.

O. Wilson precisó en su obra Sobre la naturaleza humana que la agresión es un medio para tomar control sobre recursos.

[13]​ Según Richard Leakey, la agresión en los humanos ha ido en aumento al acentuarse el principio de propiedad y su defensa.

[23]​ Al examinar varios estudios longitudinales que investigaron el camino de los azotes disciplinarios a la agresión en niños desde la edad preescolar hasta la adolescencia, Gershoff concluyó: "Los azotes predijeron sistemáticamente aumentos en la agresividad de los niños con el paso del tiempo, independientemente de lo agresivos que fueran los niños cuando se produjeron los azotes".

[27]​ El investigador de la violencia familiar Murray A. Straus argumenta: "Hay muchas razones por las que se han ignorado estas pruebas.

Sin embargo, algunos estudios empíricos han encontrado que la discrepancia en la agresión masculina y femenina es más pronunciada en la infancia y que la diferencia de género en los adultos es modesta cuando se estudia en un contexto experimental.

[39]​ Aun así, hay pruebas de que los hombres son más rápidos en la agresión (Frey et al.

Machos de elefantes marinos peleando.