Ambos reyes se disputaban la sucesión por la corona del Reino de Hungría, al igual que lo habían hecho sus respectivos padres.
Estos actuaron como regentes hasta que Juan Segismundo alcanzó la mayoría de edad y pagaban anualmente un impuesto al Imperio otomano.
Temiendo la traición ante tantas alianzas con el sultán, Fernando I hizo asesinar al monje regente en 1551.
Entonces, según la voluntad del sultán, Isabela se mantuvo en la regencia de Transilvania, lo que debilitó la unidad de Hungría, y la fue separando cada vez más: una región occidental bajo el control Habsburgo, una central bajo control turco y Transilvania independiente.
En 1559 murió Isabela y su hijo Juan Segismundo Szapolyai le sucedió en el trono de Transilvania.
Ante esto, la región oriental del reino húngaro gobernada por Szapolyai se vio forzada a definir sus relaciones con los Habsburgo.
Sin embargo, si moría Szapolyai sin tener descendientes, este derecho pasaría a manos de los Habsburgo.