El maltrato infantil o abuso infantil[1] es una tarea complicada, aunque existe un amplio acuerdo sobre la definición, plasmada en la Convención de los Derechos del Niño, ya que en ella coexisten diferentes perspectivas: física, médica y sociológica.
Cualquier acción u omisión no accidental en el trato hacia un menor de edad, por parte de sus padres o cuidadores, que le ocasiona daño físico o psicológico y que amenaza su desarrollo integral.
Sin embargo, según este texto, no hace tanto tiempo que la sociedad obtuvo control sobre el abuso en las personas menores de edad.
Es por eso que también existen distintos tipos de maltrato, los cuales son: El Nuevo Diccionario para el Análisis e Intervención Social con Infancia y Adolescencia[7] (Solís de Ovando, 2021) registra tres entradas para maltrato infantil: Según la OMS el maltrato infantil se define como los abusos y desatenciones que reciben los menores de 18 años, incluido el maltrato físico, psicológico o sexual, que dañen su salud, desarrollo o dignidad, o bien pongan en riesgo su supervivencia.
En consecuencia, los adultos que han sufrido maltrato en la infancia corren mayor riesgo de sufrir problemas conductuales, físicos y mentales, como depresión, obesidad, comportamientos sexuales de alto riesgo, embarazos no deseados, se vuelven adictos a sustancias como alcohol, tabaco y otras drogas.
Además es frecuente que estas conductas se repitan en sus relaciones interpersonales, llegando a ser muy hostiles o dependientes hacia el otro.
[8] Las consecuencias que vive un niño, niña o adolescente maltratado empiezan desde que pasa por esa situación y pueden prolongarse por largo tiempo, incluso años o décadas y llegar a comprometer su vida adulta.
[9] https://descubretusalud.com/8-consecuencias-maltrato-infantil-nino/ (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última).
Principalmente se requiere de un planteamiento bien constituido que vaya dirigido a los padres para que ellos reciban el conocimiento, apoyo e información adecuada y correcta para la educación de sus hijos, así como las escuelas para padres en las cuales se les alienta a adoptar buenas estrategias en las relaciones padres-hijos.
Dar programas dentro de las instituciones hospitalarias y educativas para informar a los niños sobre los abusos sexuales en la infancia.
Maltrato emocional, también denominado maltrato psicológico, es concebido en dos líneas: 1 Situación en que las personas adultas del grupo familiar (normalmente madres/padres o cuidadoras/es) dirigen reiteradamente insultos, desprecio, crítica exagerada, amenaza de abandono, etc. hacia el niño, niña o adolescente, impidiendo o dificultando sus iniciativas de interacción, que pueden ir desde la evitación hasta el aislamiento y 2.
[13] Se entiende por maltrato psicológico toda aquella acción que produce un daño mental o emocional en el niño, como: ridiculizar, insultos, menosprecio, causándole perturbaciones de magnitud suficiente para afectar la dignidad, alterar su bienestar o incluso perjudicar su salud.
[8] Los niños que sufren maltrato psicológico son considerados las “víctimas invisibles” porque, si bien el daño que les puede causar es extremadamente perjudicial, identificar si se está llevando a cabo conlleva una enorme dificultad.
(Martínez Roig, 1989) Al hablar del maltrato institucional, nos referimos a las inadecuadas o insuficientes prácticas llevadas a cabo por los siguientes sectores: ámbito sanitario, justicia, educación, servicios sociales, asociaciones para la prevención del maltrato infantil y ONG.
Según este artículo, ha habido casos severos donde menores de 10 años tienden a cocinar ellos mismos porque los padres no han podido traer comida a la casa e incluso han ocurrido situaciones donde el menor permanecen más de 24 horas sin comer.
El acoso escolar o bullying es un tipo de disfunción adaptativa social que tiene su particular victimología.
[22] El impacto del maltrato o abuso, al ser un fenómeno contextualizado, puede verse amortiguado, según múltiples variables: no solo las más obvias, relacionadas con el tipo, duración o intensidad del maltrato, sino también con las características de la víctima (victimología), los recursos y apoyos que tenga, y las propias situaciones de su evolución vital.
[24] Independientemente de las secuelas físicas que desencadena directamente la agresión producida por el abuso físico o sexual, todos los tipos de maltrato infantil dan lugar a trastornos conductuales, emocionales y sociales.
En escolares y adolescentes encontramos: fugas del hogar, conductas autolesivas, hiperactividad o aislamiento, bajo rendimiento académico, deficiencias intelectuales, fracaso escolar, trastorno disociativo de identidad, delincuencia juvenil, consumo de drogas, enuresis, dislalia, disfemia, alcoholismo, miedo generalizado, depresión, distimia, rechazo al propio cuerpo (anorexia, bulimia), culpa y vergüenza, agresividad, problemas de relación interpersonal.
[25] Diversos estudios señalan además que el maltrato continúa de una generación a la siguiente.
Más adelante, en el Nuevo Testamento se manifiesta un cambio de actitud respecto a las relaciones humanas: La atención jurídica y médica de los menores maltratados empezó a desarrollarse en la segunda mitad del siglo XIX.
El primer proceso judicial que defendió a un menor (una niña) por los malos tratos recibidos por adultos (en su caso, su propia madre), tuvo lugar en 1874 en Estados Unidos.
El segundo paso consiste en pedirle al niño que cuente lo sucedido y, mientras, este no debe ser presionado ni interrumpido.
Si existen dudas sobre alguna parte del relato, se aclararán preferiblemente cuando termine la narración y utilizando siempre preguntas abiertas.
Las respuesta a estas preguntas deben valorase con mucha cautela y siempre considerando la posibilidad de que dicha información sea falsa.