Algunos autores, como Deane Curtin y Robert Litke, extienden el concepto de violencia institucional también a instituciones y situaciones sistémicas no estatales, como la familia, la pobreza, el sexismo, el racismo, las relaciones laborales o el sistema de salud, entre otras.
Las formas abiertas de violencia, personal e institucional, son las manifestaciones más evidentes de la violencia, pero en años más recientes los investigadores han prestado mayor atención a las modalidades más insidiosas y menos detectables, que conforman la violencia institucional encubierta.
[3] Hay tipos de violencia que pueden presentarse bajo ambas formas.
[3] En estas condiciones la resistencia contra la violencia institucional es presentada como "injusta", en tanto que la violencia institucional es exhibida como una manifestación de "la justicia", que consolida la criminalización de la oposición a la misma.
[3] La violencia institucional permite diluir las responsabilidades individuales, de modo tal que los individuos que la implementan no se perciben a sí mismos, ni son percibidos por la sociedad, como responsables de la misma.