Tradicionales en la Toscana, estos vinos se hacen a menudo con variedades de uva blanca como la Trebbiano y la Malvasía, aunque también puede usarse Sangiovese para producir una variante rosada llamada Occhio di Pernice (‘ojo de perdiz’).
Durante los siglos siguientes, esta variedad pasó a ser conocida como vin santo y exportada ampliamente a Rusia, donde se convirtió en el vino principal para celebrar las misas de la Iglesia ortodoxa rusa.
[4][5] Otra historia del siglo XIV implicaba a Basilio Besarión, un patriarca de la Iglesia ortodoxa oriental.
Los florentinos creyeron que habían oído al patriarca describir el vino como santo y de esta forma empezaron a promocionar el vino como ‘sagrado’.
[6] Tras vendimiar las uvas destinadas al vin santo en septiembre u octubre, se ponen sobre esteras de paja, a menudo bajo vigas o escaleras, en habitaciones templadas y bien ventiladas que permitan la evaporación de la humedad.
Bajo este mismo estilo tradicional de producción, aparece un gran ouillage o espacio vacío en la barrica, sucediendo la oxidación.
La técnica moderna de producción también exige un mayor control de temperatura, manteniendo el vino en lugares con una temperatura constante que le otorgue sabores más frescos y menos fallos.
Algunas variedades pueden incluso fortificarse con licor de uva, como el oporto, añadido durante la fermentación.
[1] El color del vin santo puede variar desde ámbar pálido a oscuro e incluso naranja neón.
Actualmente la mayoría de las regiones productoras importantes italianas tienen su propia DOC para el vin santo producido en ellas.