[1] Después de la Segunda Guerra Mundial fueron enviados por Stalin a un gulag en Krasnokamsk en los Urales donde entraron en contacto con la iglesia clandestina rusa.
[1] En 1973, poco después de hacer su Primera Comunión en secreto, Schneider emigró con su familia a Rottweil en Alemania Oriental.
[6] Monseñor Schneider habla alemán, ruso, portugués, español, inglés, francés e italiano, además de leer en latín y griego antiguo.
[3] El obispo Schneider ha colaborado en los últimos años en su firme defensa de la fe católica con los cardenales Robert Sarah, Raymond Leo Burke y Walter Brandmüller, y con el obispo Joseph Strickland.
[cita requerida] Schneider ha realizado viajes de carácter apostólico y formativo frecuentemente, celebrando conferencias.
[10] Schneider ha sostenido firmemente las enseñanzas de la Iglesia que han sido más controvertidas por no ceder a las presiones mediáticas y/o políticas.
Ha afirmado que la gran inmigración musulmana durante la década de 2010 fue orquestada por "poderosas organizaciones políticas internacionales ... para quitarle a Europa su identidad cristiana y nacional.
Está destinada a diluir el carácter cristiano y nacional de Europa".
Schneider alegó que la guerra civil siria fue orquestada por potencias internacionales con el fin de provocar una crisis migratoria para descristianizar Europa, y que la inmigración masiva a Europa desde el norte de África también fue "creada artificialmente".
Esta propuesta quedó reforzada cuando, más tarde, los estudios referidos al contagio fueron publicados, recogiendo como lugares de bajo riesgo dado el apenas existente causa de contagio por acudir a las iglesias.
Los obispos escribieron que tal declaración era necesaria en una época de "confusión y desorientación doctrinal casi universal".
Pasajes específicos de la declaración responden implícitamente a los escritos del Papa Francisco.
Tras cambios recientes en el Catecismo para oponerse a la pena capital, la declaración establece que la Iglesia "no se equivocó" al enseñar que las autoridades civiles pueden "ejercer legalmente la pena capital" cuando sea "verdaderamente necesario" y para preservar el "orden justo de las sociedades."
También afirma que las novedades del Concilio son directamente responsables de la crisis de fe vivida en la Iglesia católica en la segunda mitad del siglo XX y en el siglo XXI.