Aunque la mayoría de sus obras están ambientadas en Noruega -a menudo en lugares que recuerdan a Skien, la ciudad portuaria donde creció-, Ibsen vivió 27 años en Italia y Alemania y rara vez visitó Noruega durante sus años más productivos.Era hijo del comerciante Knud Plesner Ibsen (1797–1877) y Marichen Cornelia Martine Altenburg (1799–1869).Escribe y publica el drama Los pretendientes de la corona (1863, según un tema concebido en 1858).En 1868 se traslada a Alemania donde residirá primero en Dresde (1868-75) y más tarde en Múnich (1875-78).Ibsen es ya un dramaturgo con reconocimiento internacional y sus obras se representan en diversos países de Europa.Es en todo este tiempo de exilio voluntario cuando escribe su principal obra dramática, sus dramas realistas y simbolistas.En 1898 Cristianía, Copenhague y Estocolmo (las tres capitales escandinavas) celebran solemnemente el septuagésimo aniversario de Ibsen.Mediante su protagonista Peer, un soñador inconsecuente sin fuertes convicciones que deja todo a cargo de su fantasía, caricaturiza el genio noruego.Su protagonista la señora Alving, siguiendo el consejo del pastor Manders, vive junto a su marido simulando ser feliz, siguiéndole en sus vicios e intentando ocultarlos, preservando la imagen respetable que la sociedad mantiene sobre él.Las fuerzas sociales del pueblo tratan de ocultarlo y queda solo en su denuncia.En un momento dado el doctor Stockmann se expresa así: «He descubierto que las raíces de nuestra vida moral están completamente podridas, que la base de nuestra sociedad está corrompida por la mentira».En esta obra aun siendo realista da un paso hacia la tercera etapa del autor, el simbolismo.Son obras significativas de esta etapa: La dama del mar (1888), Hedda Gabler (1890) y El maestro constructor (1892).De su teatro diría que es el máximo representante de «la obra bien hecha», refiriéndose a la obra bien construida, donde personajes y trama son verosímiles, perfectamente creíbles, por lo que al espectador le es fácil identificarse con ellos.El teatro del siglo XX es su deudor y aún hoy sus obras no han perdido vigencia siendo muy representadas en todo occidente.En la época en que Ibsen escribía, la literatura emergía como una fuerza formidable en la sociedad del siglo XIX.Ningún otro artista, aparte de Richard Wagner, tuvo tal efecto internacionalmente, inspirando una adoración casi blasfema y un abuso histérico.Ibsen esperaba las críticas: como escribió a su editor: "Es probable que Fantasmas cause alarma en algunos círculos, pero no se puede evitar.Una anfitriona llegó a escribir en las invitaciones de su velada: "Le rogamos que no mencione la nueva obra del señor Ibsen".