Entonces ella, que en las noches de luna llena danzaba eróticamente y se entregaba a quien saliera vencedor de una lucha con machetes por sus favores sexuales, siente deseos del brujo blanco y no para hasta que lo hace suyo.
Pero él tiene otros planes donde ella no encaja, y eso acaba desencadenando una horrible tragedia.
La película fue la primera filmada a todo color por Orol, quien invirtió en su producción medio millón de pesos.
La publicidad del film ponderaba los sensuales bailes asociados a ritos y ceremonias afrocubanas interpretados por la actriz escasa de ropa (en una escena incluso llega a enseñar un seno); un desnudo de la juvenil Aída Araceli, los paisajes seudotropicales y el siempre atractivo tema del amor entre opuestos explorado en la literatura y retomado por el cine ya sea de raza, religión o cultura.
Sin embargo, Rosa cedió el argumento a su exesposo, Juan Orol, como un vehículo para su nueva esposa y musa (Esquivel).