Hoy en día, gracias a sus singulares características, es considerado dentro del llamado cine de culto.
[3] Se conoce como rumberas a las bailarinas y actrices que se movían al compás de ritmos musicales afroantillanos, que florecieron en el cine mexicano en su Época de Oro en los años cuarenta y cincuenta.
El cine negro se caracterizó, entre otros aspectos, por mostrar regularmente entre sus principales protagonistas a la mujer fatal, la cabaretera que despertaba las pasiones de los hombres y en muchas ocasiones era el conflicto central del argumento.
Y es que, en general, el cine mexicano se caracterizó por representar a la prostituta como la figura principal en numerosas ocasiones, comenzando con filmes como Santa (1932) o la La mujer del puerto (1934).
En las primeras tres décadas del siglo XX, en pleno furor de las grandes Vedettes del teatro frívolo mexicano (Como María Conesa o Lupe Vélez), empezaron a surgir figuras que bailaban al compás de la Rumba.
Se considera popularmente a Lolita Téllez Wood como la primera bailarina en popularizar este baile en los teatros.
A ella le siguieron otras como Rita Montaner en La Noche del Pecado (1933), Consuelo Moreno en ¿Mujeres sin Alma: Venganza Suprema?
(1934), y Margarita Mora en Águila o Sol (1937), además de la Puertorriqueña Mapy Cortés (llamada "La Rumbera Blanca"), famosa por bailar la Conga en numerosos filmes.
La misma Lolita Téllez Wood participó en tres películas mexicanas: El rosal bendito (Juan Bustillo Oro, 1936), Mujeres de Hoy (Ramón Peón, 1936) y Honrarás a tus padres (1936), esta última dirigida por Juan Orol, considerado el "padre espiritual" del cine de rumberas, y de cuya imagen probablemente se inspiró para moldear a su futura musa: María Antonieta Pons.
Quien inventó llevar las maracas en la cintura fue la bailarina Estela, con el objetivo de así hacer más llamativos los números musicales.
Otra destacada figura fue la cubana Celina, quién montó las coreografías de numerosas películas.
Mención especial merecen cantantes como Dámaso Pérez Prado, Beny Moré, Agustín Lara, Kiko Mendive, Toña la Negra, Rita Montaner, María Luisa Landín, Olga Guillot, Pedro Vargas, Los Panchos, María Victoria y otros más, cuyas voces acompañaron a las rumberas en sus números musicales y contribuyeron a su lucimiento fílmico.
Son las "rumberas selváticas" (Tania, Sandra, Yambaó, Zonga, Tahími...), inspiradas en personajes de novelas ilustradas y llevadas al cine principalmente por Juan Orol.
Por su parte, la cinta Aventurera (1950), también dirigida por Alberto Gout y protagonizada por Ninón Sevilla, es considerada la obra cumbre del género,[8] pues tiene los ingredientes industriales perfectos que amarran a la cinta al género.
Ellas fueron María Antonieta Pons, Meche Barba, Ninón Sevilla, Amalia Aguilar, y Rosa Carmina.
María Antonieta Pons transitó con éxito variable del melodrama arrabalero hasta la comedia infantil o familiar.
Tras su último filme en 1965, la actriz permaneció completamente aislada de la vida pública hasta su muerte.
Gozaba de un estilo más mesurado y fino, llegando a ser conocida como "la Rita Hayworth mexicana".
Meche Barba se retiró del cine a principios de los años cincuenta, reapareciendo en la televisión tres décadas después.
De su filmografía destacan Perdida (1950), Aventurera (1950), Víctimas del pecado (1950), Sensualidad (1950), Aventura en Río (1953), Llévame en tus brazos (1954), Mulata (1954) y Yambaó, entre otras.
Amalia llega a México en 1945 de la mano del bailarín cubano Julio Richard.
Su incursión interpretando mujeres malas, perversas y pervertidas, se resume en cinco películas.
En ese mismo año debutó en el cine mexicano en la cinta Una mujer de Oriente.
Sensual, extraordinaria en los bailes que realizaba en sus actuaciones, de rostro muy atractivo,[18] Rosa Carmina no solo fue exponente del cine de rumberas, sino también del cine negro mexicano, cuyo principal protagonista en México fue Juan Orol.
Entre sus cintas más relevantes se encuentran Tania, la bella salvaje (1947), Gángsters contra charros (1947), Amor salvaje (1949), Cabaret Shangai (1950), En carne viva (1951), Viajera (1952), La diosa de Tahití (1953) y Sandra, la mujer de fuego (1954), entre otras.
En su carrera cinematográfica, Rosa Carmina gozó de una versatilidad y riqueza pocas veces vista en una actriz mexicana, pues tránsito por numerosos géneros fílmicos que van del melodrama al terror, acción, drama, fantasía etc.
[7] Mientras en las pantallas del Cine mexicano comenzaba la apertura, en la vida real ganan terreno los "defensores de la moralidad".
[7] Algunas comenzaron a transitar hacia otros géneros cinematográficos, o bien, se refugiaron en sus espectáculos personales en teatros y centros nocturnos, mientras que otras optaron por un decoroso retiro.
Durante sus inicios en los años cincuenta y sesenta las rumberas no aparecieron en los melodramas mexicanos.
En 2012, se estrenó la cinta El fantástico mundo de Juan Orol: dirigida por Sebastián del Amo, es una novelización o versión libre inspirada en la vida y obra del cineasta Juan Orol.