Nada más verlo, éste lo ascendió a teniente coronel, con gran sorpresa de Rahden ya que nunca había tenido el rango de comandante, imprescindible para ser ascendido a teniente coronel.
Mostró su sorpresa y disgusto cuando llegados ante Madrid, el Pretendiente desistió de asaltar la capital, siendo pocos días después obligada la expedición por el ejército isabelino de Baldomero Espartero a volver al territorio carlista vasco-navarro.
Vuelta la expedición al país del que había partido, Rahden fue nombrado comandante de la costa cantábrica, siendo enviado tras el nombramiento de Rafael Maroto como jefe del ejército vasco-navarro, a marchar por Francia y desde allí por Cataluña al Maestrazgo a ponerse a las órdenes de Cabrera.
Habiéndose exiliado el Pretendiente tras el Convenio de Oñate a Francia, fijando su residencia en Bourges, Cabrera mandó a Rahden a Francia para que informase al Pretendiente sobre la situación en el Maestrazgo y volviese inmediatamente de Francia con dinero y armas, aunque acabó rectificando sus órdenes con un: «¡Qué carajo!
[2] Y también debería comunicar que era imprescindible que el hijo del Pretendiente viniese al Maestrazgo para dar ánimo a la tropa y a la población, tal como en 1834 había hecho el Pretendiente cuando, huyendo de su residencia en Inglaterra, se presentó en Navarra ante Zumalacárregui, dando con su presencia gran impulso a la decaída tropa carlista.
Aquí dice Rahden: «Después de haber hecho con los carlistas cuatro campañas durísimas, volví a mi patria en la mayor penuria.
Los ocho mil francos que se le adeudaban en concepto de pagas devengadas no los llegó a recibir jamás.
También escribió una obra sobre Cabrera y otra sobre Gómez, que tanta admiración había provocado en Europa con su expedición de 1836.
A partir de 1849 y hasta su fallecimiento vivió en el palacio Friedenstein, junto a Gotha, en el círculo del duque de Sajonia-Coburg y Gotha.