Hasta ahora no se han encontrado noticias escritas del volteo humano en la abundante documentación medieval relativa a la Villa (desde la reconquista cristiana en el 1210, hasta el siglo XV), ni en la documentación moderna (siglos XVI, XVII y XVIII).
[1] Asimismo, no existen menciones en las crónicas de los prestigiosos autores que trataron de Castielfabib en el siglo XVI (Beuter, 1554; Viciana, 1564), en el XVII (Escolano, 1610-11), en el XVIII (Espinalt y García, 1778-95; Cavanilles, 1795-97) y en el XIX (Villanueva, 1804; Miñano y Bedoya, 1826-29; Boix, 1845-47; Madoz, 1846; Aguilar y Serrat, 1890), en ninguno de sus escritos los autores mencionados aluden a la tradición castielera del volteo humano de campanas.
Existen dos formas de volteo humano, lo que se llama «montar» o cabalgar la campana, y «dar vueltas» o voltear: Se desconoce el origen de tan insólita tradición, aunque se sabe por testimonios que a principios del siglo XX los niños de entonces ya se ejercitaban en el ejercicio del volteo, sujetando el badajo para que no sonara y montando la campana.
Con ser un ejercicio arriesgado, no hay constancia de que nadie haya padecido nunca un accidente mortal, no obstante haberse conseguido récords de volteos, hasta el centenar.
[9] El futuro de esta tradición se halla comprometido por efecto de la despoblación, ya que cada día quedan menos vecinos en Castielfabib que hayan cabalgado y/o volteado alguna vez la campana Guillermina, ello impide que los escasos niños y jóvenes puedan heredar de sus mayores el entusiasmo y la técnica que requiere la práctica del volteo humano.