Durante su estancia, don Jaime recalca que Viridiana se parece a su difunta esposa, dejando ver su deseo de revivir a través de su sobrina la relación que mantuvo con aquella.
A la mañana siguiente, Viridiana dice preocupada que las cenizas simbolizan penitencia y muerte.
A regañadientes, Viridiana se apiada del viudo y accede, pero termina arrepintiéndose cuando don Jaime le confiesa, ayudado por su criada Ramona, que sus verdaderas intenciones son casarse con ella y hacerla su esposa, evitando que vuelva al convento.
Esto aleja más aún a la joven de su tío, decidiendo en ese mismo instante huir de la mansión, pese a que don Jaime le confiesa que no la ha tocado.
Mientras tanto, Jorge comienza a modernizar la hacienda, poniendo en cultivo tierras baldías e introduciendo la electricidad dentro del edificio.
A su vez, tras ser rechazado por Viridiana, este inicia un idilio con la criada Ramona, al mismo tiempo que su amante decide abandonarlo.
La fiesta termina cuando Paco y Enedina acaban retozando tras un sofá, donde duermen los hijos de esta.
Paradójicamente, este final terminó siendo más pernicioso que el primero, pues sugiere no ya una relación extramarital entre don Jorge y Viridiana, sino un trío sexual entre ambos con la criada.
Sin embargo, el poco éxito comercial de las películas de Buñuel impidió que los productores financiaran el proyecto, que terminó por derrumbarse (Buñuel filmó la película años después en España con Catherine Deneuve).
Un artículo muy hostil publicado en el periódico de la Ciudad del Vaticano, L'Osservatore Romano, provocó su inmediata prohibición en España e Italia.
La censura franquista ordenó la destrucción de la cinta, pero Silvia Pinal logró escapar a México con una copia, salvándola.
En España, el filme solo pudo exhibirse diecisiete años después de la filmación, cuando la dictadura había desaparecido.