Villares de Yeltes

En ciertas áreas, hay suelos salitrosos, como ya lo señala un topónimo: El Salmurial o Samurial.

A este respecto, conviene observar que, desde la Edad Media hasta épocas recientes, ha sido el Yeltes el que ha seguido conservando su nombre, después de recibir las aguas del Huebra.

Cronológicamente, se hallan encuadradas en el período llamado Achelense, con unos 100.000 años de antigüedad.

Allí, se han recogido diversos restos, consistentes en chopper, núcleos y lascas de cuarcita, todos ellos, en las márgenes del río Yeltes.

A la Edad de los Metales pertenece un menhir, que, tiempo atrás, estuvo erigido junto a la ermita de Huebra, sobre la orilla izquierda del río del mismo nombre.

Por otra parte, en medio del río Huebra, se conservan restos de un tercer castro, sobre un promontorio.

No obstante, conviene observar que es desde la margen izquierda del Huebra, perteneciente a Villares de Yeltes, desde donde se tiene mejor acceso al castro en cuestión; por lo que, en principio, cabría incluir a este dentro del término de dicha localidad.

Partía desde Salamanca hacia el oeste, y, tras cruzar por Rollán, alcanzaba El Cubo de Don Sancho y se adentraba, después, en terrenos del citado Villares de Yeltes, prosiguiendo hacia Villavieja de Yeltes y otras zonas del occidente provincial.

Ocurre el mismo caso con la estela de la ermita del Carpio, cuya procedencia no tiene por qué relarcionarse, necesariamente, con la necrópolis inmediata, aunque parece lo más probable.

En relación con lo anteriormente señalado y teniendo presente el hecho de que, muy próximo a la ermita del Carpio, existió el referido asentamiento romano de Los Villarejos, resulta indudable que nos hallamos ante un caso de población más o menos continuada, en ambas márgenes del Yeltes, hasta la Alta Edad Media.

A todos estos topónimos, habría que agregar los que se localizan en áreas limítrofes del término de Villares de Yeltes, y, entre los cuales, cito los siguientes: Valdefraguas, Valdemartínez, Valdelamina, Valdemanzano, Valdegrande, Valhondo, Valdondiego, Valzamorano.

Según ciertos autores, los topónimos formados en val, señalan la presencia de mozárabes durante la Alta Edad Media, entre los siglos IX-XI.

Ya en el siglo X, como oportunamente señala Barrios García, existía un poblamiento intenso en determinadas zonas del Arcedianato de Ledesma.

Primitivamente, éste se llamaba Pozo de Almizahet y su origen, dicho sea de paso, se remontaba a los siglos IX-X, época en la que dicha zona fue poblada por mozárabes.

Dicho monarca confirmó la concordia a la que se llegó, entre los obispos de Salamanca y Ciudad Rodrigo, y que, en el año 1173, terminó con las disensiones provocadas por la cuestión más arriba expuesta.

Refiriéndose a la familia Anaya, se indicaba que los herederos de Don Diego, quienes tenían allí posesiones, debían un censo a la Iglesia, por lo que aquellos, y, principalmente, doña Antonia Enríquez, mantenían un pleito con esta, desde hacía muchos años.

Esta, a través de su comendadora, Leonor Peres, se comprometía con Matheos Peres a no arrendar a ninguna otra persona, aunque le ofreciesen mejores condiciones, los terrenos que figuraban en el contrato en cuestión, en el cual, con respecto a las referidas casas pajizas, se hacía la salvedad de que, en el caso de que éstas fueran destruidas por algún rey o señor poderoso, no se haría responsable de ello el arrendatario.

La parte superior de los muros se halla decorada con pomas y coronada por pináculos, en armonía con las dimensiones del edificio, cuyos muros muestran una serie de ventanas cuadradas, enmarcadas en granito.

Corresponden al siglo XVII, excepto y tercero, que aparece en alto, sobre el dintel de la entrada, en la fachada principal; lo más probable es que este último escudo proceda de algún otro edificio anterior, hoy desaparecido.

La presencia de tales grupos, en dicha localidad, ocasionaría notables desperfectos en la referida fortaleza, provocando su desmantelamiento.

El caserío constaba de 32 casas, 2 pajares y una taberna, la cual servía un forastero.

La cabaña ganadera la componían cabritos, corderos, cerdos, burros, terneros y mulos.

En cuanto al estado del monte, según el referido catastro, "está nacido y sin orden, conforme lo que produjo la tierra".

Ya desde el año 1703, se producirían los primeros reclutamientos de soldados, entre los pobladores del territorio provincial salmantino, afectando a los varones solteros, con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años.

El castillo se hallaba en muy mal estado de conservación a comienzos del siglo XVIII.

En el referido año 1704, los portugueses penetraron frontera adentro, invadiendo territorio salmantino y llevando a cabo diversas acciones bélicas.

La despoblación de amplias zonas del occidente salmantino, se habían consumado en el siglo XVIII.

La despoblación de no pocos lugares situados en las tierras del occidente salmantino, tenía su origen, principalmente, en los avatares sufridos por sus habitantes durante las guerras con Portugal, entre los años 1640 y 1668.

Respecto al año 2000, el censo refleja 170 habitantes, de los cuales 80 eran hombres y 90 mujeres.

En el año 1950, la población era de 507 habitantes, más otros 83 que vivían en Pedro Álvaro; en cambio, en el año 1960, la población que había en todo el término municipal, era de 580 habitantes, de los cuales, en Pedro Álvaro vivían 71, en 29 viviendas; otros 12 vivían en La Estación, en una sola vivienda.

Representación heráldica del blasón aprobado
Representación heráldica del blasón aprobado
Villares se integró en el concejo de Ledesma tras su creación por el rey Fernando II de León en 1161
La intervención del rey Alfonso IX de León acabó con las pretensiones de la Orden de Santiago de poseer Villares
Castillo
Villares de Yeltes pasó a depender de Beltrán de la Cueva en 1462, al ser nombrado conde de Ledesma
Detalle del mapa Spain and Portugal , realizado en 1850 por J. Dower, en el que se puede apreciar Villares de Yeltes