También en amplias zonas de Europa, América y Oceanía, su exhibición en público (especialmente en playas nudistas o cuando se utilizan braguitas de baño o tangas sumamente diminutas) suele ser considerada de mal gusto, lo que ha llevado desde los años 1990 del pasado siglo XX a la depilación parcial o total del mismo, para lo que se utilizan diferentes técnicas.
Antes de la pubertad, especialmente en torno a los 10 años, las zonas genitales tanto femeninas como masculinas presentan un fino vello apenas perceptible.
El cambio en los folículos pilosos es relativamente abrupto, si bien el área donde crece el vello se va extendiendo progresivamente durante al menos tres o cuatro años.
[2] En casi todos los casos, el vello femenino suele aparecer primero sobre los bordes de los labios mayores, extendiéndose hasta el pubis en los dos años siguientes.
Del mismo modo, el impopular Pediculus humanus capitis se separó del que hoy se halla en los chimpancés hacia el mismo momento en que estos y los humanos tomaron caminos evolutivos divergentes, hace unos 6 millones de años.
Desde entonces hasta hace entre 170 000 y 80 000 años, los piojos del cabello humano sobrevivirían cobijados en sus cabezas sin poder colonizar nuevas áreas, ya que su escaso vello corporal les impediría expandirse.
[12][13][14] Incluso hasta mediados del siglo XIX tanto pintores como escultores se vieron obligados a cumplir con una serie de normas y gustos establecidos, entre los que se encontraba el hecho de no poder mostrar abiertamente los órganos genitales masculinos ni (menos aún) femeninos, a no ser que aparecieses pulcramente depilados, envueltos en misteriosas penumbras, escondidos tras la consabida «hoja de parra»[15] con la que Adán y Eva se cubrieron, siguiendo más o menos el relato bíblico,[16] o recurriendo al gesto convencional de taparlos con la mano.
[19] Entre los romanos, solía eliminarse desde que comenzaba a salir en la adolescencia, bien en privado o en los baños públicos, donde se hallaban cuartos dispuestos para ello.
Existían también esclavos especializados (alipilarius)[20] que se dedicaban en los prostíbulos a rasurar el vello de las cortesanas.
[23] Sobre todo durante la Alta Edad Media (siglos V-XI), las mujeres solían depilarse solo el vello de las cejas, las sienes o la parte anterior del cabello (a fin de ensanchar la frente), para lo que utilizaban cremas fabricadas con arsénico y cal viva.