Vehementer Nos

En el momento en que se publicó esta encíclica, las relaciones entre la Iglesia y el Estado en Francia se regían por el Concordato de 1801 con el que Napoleón llegó a un compromiso con la Iglesia, pues mientras reconocía que el catolicismo era la religión de la mayoría de los franceses, el emperador nombraba a los arzobispos y obispos, correspondiendo al papa la investidura canónica.[5]​ Apenas habían pasado dos meses desde la aprobación de la Ley cuando San Pío X publica la encíclica Vehementer nos, en la que el modo como comienza el texto pone de manifiesto la preocupación y dolor del papa, ante la situación en que la ley pone a la Iglesia en Francia: Tras recordar las medidas tomadas por el gobierno de la República Francesa para eliminar cualquier signo religioso de la vida pública, hace ver que esas decisiones Sin embargo, continúa el papa, nada se ha conseguido con esas advertencias, hechas también por su antecesor León XIII.En primer lugar la ley es totalmente contraria a la constitución que Jesucristo dio a su Iglesia, como una sociedad humana, en autoridades que ejercen su gobierno, enseñan y juzgan; una sociedad jerárquica compuesta de distintas categorías de personas, diversos grados en la jerarquía y multitud de fieles.Todas estas medidas causarán un daño a la Iglesia y a la misma Francia, pues abre una vía para la división entre los franceses y para las luchas religiosas Por todas estas razones el Papa condena esta ley y asegura que ninguna de sus cláusulas puede invalidar los derechos imprescriptibles de la Iglesia.A pesar del dolor que le produce esta situación, rechaza la tristeza, pues la Iglesia no teme por sí; además la historia muestra como estas leyes acaban derogándose al comprobar con el paso del tiempo, los daños que produce a la sociedad.