Recibe su nombre por San Francisco del Valle y por el general Nicolás Bravo.
Esta presa, que ocupa el territorio donde estuvo la planicie del valle y parte del antiguo pueblo, es esencial para la población por la derrama económica que genera al ser un atractivo turístico donde se realizan actividades acuáticas y deportes extremos; el conjunto del pueblo de estilo colonial y su ubicación en lo alto de las montañas, conforma una armonía ecosistémica que provee un deleite estético a sus visitantes.
Alternativamente, desde Toluca puede tomarse la carretera a Zitácuaro y después seguir las indicaciones.
Otra vía (por la salida a Zitácuaro pero desviándose a Amanalco) implica un menor recorrido en kilómetros, pero resulta más tardada, debido al mal estado de la carretera y al exceso de curvas cerradas.
El clima templado domina la mayor parte centro-norte de la Región, se presenta el subtipo de clima templado húmedo el cual se distingue por tener verano largo, lluvia invernal inferior a 5%, es isoterma y la temperatura más elevada se manifiesta antes del solsticio de verano.
Hacia la parte que corresponde a la cuenca del río Balsas, tiene un porcentaje de precipitación invernal menor a 5%, el verano es largo, es isoterma y la temperatura más elevada se registra antes del solsticio de verano.
Durante la primavera la temperatura comienza a aumentar considerablemente en la mayor parte de la región.
El lugar es conocido por su arquitectura típica, tradicional de la época colonial y atrae a innumerables turistas.
Aquí se concentra las producciones artesanales de tres etnias importantes: matlazincas, mazahuas y otomíes.
Las estupas son monumentos de veneración budista, que simbolizan el proceso espiritual hacia la iluminación, porque representan la mente clara de Buda, o el estado búdico, que según esta tradición, todos podemos alcanzar.
A través de su forma perfecta, el budismo asocia a estas estructuras, manifestaciones energéticas importantes, incrementando la armonía, la paz, la prosperidad y el bienestar de quienes están en sus cercanías.
Entre ellas están La Peña, una gran piedra a la que se puede ascender en un corto paseo de treinta minutos y que ofrece una interesante vista, así como el mirador de Monte Alto y el Divisadero.