Los yacimientos próximos de Cerro Molino en Hormilla, El Villar en Bobadilla,[5] y varios en Nájera pudieron completar el enclave, ya que en aquella época de cultura celta, las urbes estaban dispersas pero formaban un único núcleo poblacional.
Son docenas las officinae alfareras halladas en las catas arqueológicas, repartidas por el territorium tritiensis, y se considera que casi todos los habitantes de esta ciudad estaban involucrados en esta manufactura.
[2] Desde la primera mitad del siglo I y el siglo II d. C. Tritium Magallum se convierte en un poderoso productor y comercializador de cerámicas, principalmente en terra sigillata,[6] equiparándose a otros prestigiosos alfares gálicos como los procedentes de La Graufesenque o Lezoux.
Más tarde se empleó un estilo en el que abundaban las metopas, es decir, adornos situados dentro de figuras rectangulares enmarcadas por orlas.
En la última época, los adornos consistían, sobre todo, en el empleo de cenefas, rosetas o círculos.