En vías férreas, las traviesas o durmientes (como se denominan en Hispanoamérica) son los elementos transversales al eje de la vía que sirven para mantener unidos y a la vez a una distancia fija (ancho de vía, trocha o galga) los dos carriles (rieles) que conforman la vía.
Se fabrican de diversos materiales, entre ellos madera, acero[1] y hormigón pretensado.
El ferrocarril heredó estas prácticas, y la madera se reveló como un material muy adecuado para soportar los considerables incrementos de carga que suponían las primeras locomotoras, gracias a su resistencia, abundancia, ligereza y aceptable durabilidad.
Cuando más adelante se llegó a una mayor comprensión de los esfuerzos que debe soportar la vía, quedó confirmada su aptitud para este cometido,[4] hasta el punto de que se sigue utilizando actualmente en numerosos países del mundo.
Sin embargo, la escasez de madera que supuso la Segunda Guerra Mundial y los progresos en la fabricación del hormigón pretensado,[5] propiciaron un enorme interés por este tipo de traviesas en Europa a mediados del siglo XX.
Alemania, Taiwán y especialmente Japón, han aplicado esta tecnología a sus líneas más congestionadas.
En general, la instalación de vía en placa exige a la plataforma ferroviaria una mayor rigidez que la vía en balasto, lo que puede encarecer la construcción con rellenos granulares de mejor calidad, obligando además a reducir la altura de los terraplenes, lo que supone a priori viaductos y túneles más largos, encareciendo la infraestructura.
[4] Por norma general, tanto en España como en buena parte de Europa y América del Sur,[7] las traviesas se colocan a una distancia entre ellas de 60 cm (hormigón) o 50 cm (madera);[6] aunque puede variar entre los diferentes aparatos de vía, que llevan cada uno unas distancias entre traviesas específicas.
En el caso de las traviesas de madera, en muchas partes del mundo se siguen utilizando escarpias (clavos lisos), mientras que en Europa son más habituales los tirafondos roscados, aunque en su momento llegó a desarrollarse un clip elástico (denominado sujeción "K") que evita el problema del afloje de la sujeción del carril.
Al utilizarse locomotoras cada vez más pesadas, se descubrió que era difícil mantener el ancho de vía correcto.
Históricamente, las traviesas de madera tenían las caras superior e inferior aserradas, para garantizar al menos dos lados planos y paralelos, mientras que las caras restantes solían estar labradas con hacha.
[15] En algunos países se usan maderas más blandas, como el abeto Douglas, otros tipos de coníferas o el quebracho blanco.
[16] Algunas maderas (como las de sal, mora, jarrah o metel) son lo suficientemente duraderas como para usarse sin tratamiento.
Las vainas o espigas de polietileno en las que se enroscan los tirafondos, están diseñadas para quedar firmemente embebidas en el hormigón.
Su mayor rigidez y estabilidad permite que soporten cargas por eje más elevadas y velocidades de circulación más altas, y su mayor peso contribuye decisivamente a mantener la estabilidad de la geometría de la vía, especialmente cuando se instala con carriles continuos (con la técnica denominada barra larga soldada).
[23] Estas traviesas están formadas de acero prensado (más económicas) o de fundición (con mayor resistencia a la oxidación) y tienen una sección acanalada, por lo que pueden apilarse en paquetes compactos.
Sus extremos están diseñados para formar una "pala", lo que aumenta su resistencia lateral.
A pesar de sus potenciales ventajas, su uso no se ha generalizado entre los principales gestores ferroviarios, que siguen utilizando materiales más tradicionales como la madera y el hormigón.
Las traviesas de plástico[27] híbridas y las compuestas se utilizan en otras aplicaciones ferroviarias, tales como operaciones de minería subterránea, zonas industriales,[31] entornos húmedos y áreas densamente pobladas.
Así mismo, su uso en puentes y viaductos presenta algunas ventajas, ya que proporcionan una mejor distribución de las cargas y contribuyen a la reducción de las vibraciones en las vigas del puente o el balasto.
[40] Los niveles de ruido generado son altos, pero su resistencia al descuadre de las vías es muy buena, debido a que forman con los carriles una estructura triangulada muy estable.
[51] En la vía reticulada, las traviesas se colocan paralelas a los carriles, y miden varios metros de largo.
En los últimos años, las traviesas ferroviarias de madera también se han convertido en un elemento muy popular en jardinería y paisajismo, tanto para crear muros de contención como bordillos en los jardines, y a veces también para construir escalones.
Tradicionalmente, las traviesas vendidas con este propósito han sido retiradas de las líneas ferroviarias cuando se reemplazan por otras nuevas, ya que su vida útil a menudo se ve limitada debido a la pudrición, aunque también hay algunas empresas que venden traviesas nuevas.
En algunos lugares, las traviesas ferroviarias se han utilizado en la construcción de infraviviendas próximas a las vías del ferrocarril.
El artista español Agustín Ibarrola ha utilizado traviesas recicladas de Renfe en varios proyectos escultóricos.